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Alex Volney

Por lo que queda de Europa

La realidad literaria, como contrapunto de la propia vida, está inevitablemente destinada a ser disuelta por la sucesión inacabable de hechos históricos. Cuántos autores en lugar de verse desfasados se han encontrado superados por los acontecimientos y estos a su vez han corroborado tristemente sus propias advertencias, incluso al alza.

Puede que fuera Umbral quien dijera que escribir era la manera más profunda de leer la vida, más o menos. Cuántas autoras no hubieran agradecido que sus escritos más reivindicativos y visionarios de un perenne futuro incierto no se hubieran visto del todo traspasados en la sucesión real de hechos históricos. Cualquier previsión fatalista es sometida impecablemente a la arrolladora realidad objetiva.

Los autores, hasta hace muy poco, fueron lo más parecido a los cazadores de tormentas. Hoy en el mundo de la nueva polarización, en el que los mandatarios de un estado totalitario pueden ordenar lanzar cohetes con sustancias condensadoras, el llamado yoduro de plata, a la captura de nubes para provocar lluvias que atenúen la generalizada sequía que azota el planeta, los literatos van perdiendo todo su peso a contrapié de una sociedad donde ya juegan otro papel. Los hechos superan cualquier ficción.

Un grupo de mallorquines, de momento, ve negado el visado para entrar en los U.S.A y todo por haber viajado a Siria e Irán en los últimos años, mientras un perturbado islamista puede llegar casi tranquilamente a atacar con arma blanca al librepensador eternamente amenazado, Salman Rushdie, ante la estupefacción del público que va asistiendo a los hechos, anunciados previamente, mientras estos van aconteciendo.

Contra la guerra Lluc Martínez Berber

Cuando Sobre los acantilados de mármol de Jünger llevaba una semana en los escaparates, Hitler había ordenado que dejasen en paz a su autor que era acusado de incitar al complot. Todo eran erráticos movimientos del psicópata nazi hacia el escritor que intentaría mimetizarse siendo opositor suyo y buscando, en medio del ruido, permanecer en otra dimensión. Ernest Jünger en el siglo pasado imaginaba el siglo presente como una centuria que no sería demasiado feliz ni positiva. Citaba incluso a Hölderlin que había escrito (en Pan y vino) que «vendrá la edad de los titanes. En esta edad venidera el poeta deberá aletargarse. Los actos serán más importantes que la poesía que los canta y que el pensamiento que los refleja. Será una edad muy propicia para la técnica, pero desfavorable para el espíritu y para la cultura». Estamos llegando puntuales a la cita.

Vivimos tan polarizados que el potencial de un político, como antes el de un literato, ya van coincidiendo. El embolado mediático empujado por la internacional fascista ha situado a la primera ministra finlandesa, Sanna Marin, en la diana cuando estéticamente las imágenes son impecables. En su currículum no mueren inocentes y mucho menos los hijos de los demás. No se la ve muy preocupada y con intenciones de invadir al vecino. Y precisamente Europa era esto. El autor alemán sostendrá hasta el final que el potencial de un escritor reside en desconfiar de la confusión y en no dejarse llevar por la atmósfera apocalíptica. El autor «es una luz que, invisible en si misma, calienta y hace visible el mundo». Así los fanáticos de la oscuridad actúan a sus anchas y así un escritor que se respete deberá vivir integrado en su sociedad hasta las últimas consecuencias. Esa internacional va desbocada y basa su estabilidad en el número de muertos que va infligiendo al enemigo. Nada nuevo en el firmamento. La mujer en política sólo puede ser buena en la linea de la Sra. Liz Truss «más dura que Tatcher». Buen anuncio.

«En literatura el fracaso es más propicio que el éxito». El éxito: haber concebido y formulado una frase perfecta. Parece que el Sr. Rushdie, lentamente, se va recuperando bien nutrido de genuina coherencia tanto en el contenido de su obra como en todo aquello que se ha ido sucediendo en su vida. Cuánta dignidad.

El linchamiento a la mandataria de Finlandia roza lo patético si no se tratase de involución. Europa ha ido cubriendo un tupido velo sobre ciertas cuestiones y a estas horas lleva un rato largando aspavientos por unas horas de música y fiesta. A los políticos de Bruselas parece que no les preocupe lo mismo que Italia haga alarde de sus melonis. El mundo occidental sigue dando la espalda a su historia. Los totalitarismos van sellando alianzas.

Era el año 1995 y Jünger, ya centenario, concedió las últimas entrevistas al periodista Antonio Gnoli y al filósofo Franco Volpi. En el contexto de los Balcanes y los nacionalismos fue preguntado por la soledad de la superpotencia y debía responder lo que pensaba sobre América: «La falta de un enemigo, de una fuerza opuesta de igual intensidad, es la razón por la que tarde o temprano deberá imponerse la situación del Estado Mundial - aunque no hay que olvidar que los rusos todavía disponen de la bomba atómica, e incluso creo que están trabajando activamente para volver a construir una fuerza opuesta…»

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