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Daniel Capó

La luz de la luna

Dos anécdotas del mal dormir. La primera nos habla de un biendurmiente y se la debemos al historiador de las religiones rumano Mircea Eliade, quien en sus memorias –o quizás en un libro de entrevistas– cuenta que, cuando estudiaba en la universidad, dormía a pierna suelta y que eso le creaba un remordimiento: el de no leer lo suficiente. Así que decidió adelantar su despertador cinco minutos cada día: una cantidad nimia en apariencia, pero que de forma acumulativa terminó impactando en descanso. Eliade acabó durmiendo apenas unas horas cada noche y leyendo miles de libros. No sé –o no me acuerdo– si enfermó por ello o si su productividad quedó mermada. Quiero creer que no, porque cuando uno es joven lo que sobra es energía.

La segunda anécdota la protagoniza un maldurmiente: el recientemente fallecido rabino jefe de la Commonwealth, Jonathan Sacks. La falta de sueño inquietaba al joven Sacks, que veía crecer su angustia noche tras noche, hasta que un día habló con su rabino y le confió sus miedos. El rabino le contestó rápidamente: «Jonathan, ¿para qué crees fue hecha la luz de la luna? Pues, para que gente como tú y como yo pueda leer y estudiar por las noches». A menudo, cuando me he tenido que enfrentar a una noche en blanco, he pensado en la luz de la luna y en lo que supone su don. La luz de la luna –cantada por los poetas, amada por los bardos– está ahí a nuestro lado.

Cité estas dos anécdotas en la presentación que hicimos el pasado sábado en Palma del libro de David Jiménez Torres titulado El mal dormir. David no ha escrito un libro científico, sino un ensayo literario sobre la experiencia universal del sueño y de su falta. Y digo literario, porque como historiador que es y a la vez como escritor, no puede ignorar aquella vieja verdad política que reivindicaba el embajador Kennan, a saber, que para entender la realidad de un pueblo, los grandes autores literarios nos iluminan mejor que el conocimiento de su estructura socioeconómica. Es decir, leer la historia de España con los ojos de Galdós y de Baroja, o la de Rusia desde la mirada de Chéjov, Tolstoi y Dostoyevski nos acerca mucho más a la realidad que otros documentos carentes de memoria viva. Del mismo modo, son las páginas escritas por los maldurmientes –de un Nabokov a un Kafka– las que mejor nos acercan al corazón íntimo de una experiencia que se vive siempre de forma singular e intransferible; pero que es también compartida por millones de personas, noche tras noche, de un siglo a otro.

Los científicos señalan que el sueño resulta esencial para nuestra salud física y mental. Es así, sin duda. Pero, al mismo tiempo, pienso que dormir mal no afecta por igual a todo el mundo, como tampoco lo hace dormir bien. ¿Cuántas obras maestras han surgido a pesar del insomnio o quién sabe si favorecidas por la vigilia? ¿Y cuántos avances científicos o descubrimientos? Cuando no podamos dormir, pensemos en ello y recordemos la respuesta del rabino: la luz de la luna se hizo para nosotros y está de nuestro lado. ¿Cómo desaprovechar un regalo así?

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