Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

Ucrania en Europa

El pasado lunes, en pleno conflicto entre Rusia y Ucrania el presidente ucranio Volodímir Zelenski solicitó a la Unión Europea la entrada «inmediata» en el club comunitario mediante una videoconferencia con el Parlamento Europeo.

De hecho, el largo conflicto que mantienen Moscú y Kiev se recrudeció en 2014, cuando Ucrania y la UE firmaron un acuerdo de Asociación, que incluye un Área de Libre Comercio Amplia y Profunda, a instancias del Gobierno ucraniano, que no fue ratificado y que se convirtió en la mecha que encendió las protestas del Euromaidán contra la pretensión de Putin de incorporar a Ucrania en la Unión Euroasiática que pretendía crear. Aquellas manifestaciones fueron sumamente violentas y dejaron un centenar de muertos en Kiev. El 21 de febrero de 2014, se llegó a un acuerdo para poner fin a la crisis, auspiciado por los ministros de asuntos exteriores de Alemania, Polonia y Francia. El acuerdo establecía que se adelantaría la próxima elección presidencial en Ucrania, que la constitución del país adoptaría una orientación más parlamentaria y menos presidencialista y que se establecería un nuevo gobierno de coalición. Además, los promotores de la violencia serían castigados.

El resto de la historia es conocida y pintoresca: tras ese acuerdo, Yanukovich se escabulló y marchó a Rusia y el parlamento de Ucrania cumplió lo establecido. Se formó un nuevo gobierno de coalición y se convocaron nuevas elecciones. Para Rusia, aquellos hechos constituyeron un golpe de estado. Y el propio presidente ruso ha reconocido que tras aquel naufragio tomó la decisión de apoderarse por la fuerza de Crimea, reivindicada desde siempre por lo más granado del nacionalismo ruso con argumento historicistas.

El golpe de mano de Crimea fue seguido por otras escaramuzas provocadas por Putin, primero en la parte sur de Ucrania, estableciendo una entidad llamada Novorossiya, algo después, en el este del país, cuando se formaron las repúblicas populares separatistas de Donetsk y Lugansk, en la región de Donbas; unas entidades conflictivas y opacas que han mantenido viva hasta el presente una especie de guerra civil que ha costado unos 14.000 muertos.

Pero a pesar de la anexión de Crimea y de esos mordiscos a la integridad territorial de Ucrania, los intentos anexionistas de Putin fracasaron. Los ucranios celebraron nuevas elecciones, legales y convincentes para la Unión Europea y la comunidad internacional, y Ucrania comenzó a reactivar su economía, mientras proseguía la decadencia rusa.

El resto de la historia es conocido. La OTAN y los Estados Unidos consideraron Europa una región estable hasta los acontecimientos del Maidan y las actuaciones de Moscú en ese contexto. En 2013, los Estados Unidos ya no tenían un solo carro de combate en Europa. Pero a partir de entonces, Putin comenzó sus marrullerías, que desembocaron en el mal cálculo actual: algunos analistas norteamericanos recuerdan ahora que después de la salida tormentosa de Kabul, que fue un desdoro para los EEUU, el asesor de seguridad de Putin, Nikolai Patrushev, insinuó que la debilidad americana tras aquel penoso fracaso podría ser una oportunidad para Rusia de recomponer los equilibrios europeos. Por más que, para entonces, la OTAN se había desplegado ya por todo el flanco oriental de la Unión Europea.

Ahora, la mejor disuasión frente a Putin sería un gesto extraordinario de incorporación provisional de Ucrania a la Unión Europea, sin perjuicio de que no se consume la integración hasta que el país cumpla los requisitos requeridos. No se puede olvidar que el Tratado de la Unión, en su capítulo referido a Defensa y Seguridad, establece en el punto siete que «si un Estado miembro es objeto de una agresión armada en su territorio, los demás estados miembros deberán prestarle ayuda y asistencia con todos los medios a su alcance, de conformidad con el artículo 51 de la carta de las Naciones Unidas. Ello se entiende sin perjuicio del carácter específico de la política de seguridad y defensa de determinados estados miembros». Esta cláusula reafirmaría el compromiso europeo con Ucrania.

Putin debe acabar convencido de que la presión occidental no cederá y de la vida de Rusia será muy dura mientras Occidente mantenga el rostro actual de una gran severidad.

Compartir el artículo

stats