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Judith Vega

Arquitectura de premios y un premio de arquitectura: el estudio Ripoll-Tizón

El 7 de noviembre de 2020, Daniel Díez publicaba en El País un artículo titulado Los mejores arquitectos jóvenes en España según seis maestros consagrados.

Uno de esos maestros consagrados era nuestra flamante ganadora del Premio Nacional de Arquitectura 2021, Carme Pinós (¡qué premio tan merecido! Enhorabuena). Su elección fue rotunda: Ripoll-Tizón.

Hoy, estos dos arquitectos, que crearon juntos su estudio de arquitectura en 2002 con oficina en Palma de Mallorca y en Castellón, vuelven a dar prueba de por qué merecen estar en esa lista. Y es que, en estos momentos, su Casa en Son Puig, que ya había sido seleccionada en la XV Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo, hace triplete: ha sido nominada también para el prestigioso premio EU Mies Award 22 y para el Building of the Year 22 de la no menos prestigiosa y mundialmente conocida ArchDaily.

Pep Ripoll y Juan Miguel Tizón no son meros hacedores de casas, tienen cultura arquitectónica. Sinceramente, creo que a mi estimado José Ferragut le habrían gustado: como él funden en su arquitectura la tradición y la vanguardia, piensan en las personas a la hora de proyectar y tienen el saber del oficio. Su obra transmite raíces y, a la vez, respira presente y futuro.

Esa unión me ha seducido desde que, precisamente, en ArchDaily descubrí hace unos años el Centro de Educación Infantil de Consell, obra de 2007-10.

Pese a que en su palmarés se cuentan ya 19 premios y menciones especiales, así como más de dos decenas de obras seleccionadas o finalistas en múltiples premios y concursos, estos dos arquitectos no se conforman y siguen investigando formas y materiales, siguen trabajando la sostenibilidad y, en todos sus trabajos, se percibe la importancia que dan al entorno en el que se van a ubicar sus obras. Una armonía que se aprecia a primera vista.

Y ello sin olvidar un tercer aspecto evidente que es la funcionalidad. Ese buscar el bienestar de la gente conjugado con el respeto al entorno es, sin duda, lo que más me fascina de su arquitectura.

Piensan arquitectura privada, pero también arquitectura pública como son las viviendas sociales o los establecimientos de enseñanza.

Estéticamente, sus proyectos destacan por la vistosidad de los edificios, sencillos, pero con fuerte presencia, con una gran personalidad y una expresividad difícil de lograr en arquitectura.

Trabajan fascinantes contrastes de muros y vanos, aberturas que rompen la monotonía, asimetrías en la distribución de los huecos perfectamente estudiadas. A veces, hay una nota de color que rompe el blanco, bien sea por algún elemento arquitectónico o constructivo, como las contras de madera de las ventanas de las viviendas sociales en sa Pobla (2008-2012) o bien porque asoma el cielo entre los balcones, como en las viviendas sociales de Pere Garau (2008-2012). Entonces, es el propio entorno el que proyecta color al edificio y lo lee de diferentes maneras según la luz o el mismo estado de ese cielo, completándolo, arropándolo, integrándolo en todo lo que le rodea.

En este último edificio, magnífico es el modo en el que resuelven la esquina, que la rompen, como hacían los racionalistas, solo que prefiriendo la arista a la curva, pero buscando el mismo resultado: aprovechar la luz y que inunde cada rincón de la estancia.

Otras veces, el color se aplica rotundo a diferentes partes del edificio, como en la escuela de Consell donde el amarillo, en diferentes tonos, juega con el blanco y se funde entre los verdes, tierras y azules del paisaje.

Sus interiores son limpios, nítidos, luminosos, huyen de lo superfluo en su búsqueda por la utilidad. Son prácticos y funcionales. Son espacios asequibles por los cuales es fácil deambular. Basta con ver la nominadísima Casa en Son Puig (2017-20). En ella juegan con el blanco y los tonos grises del hormigón y con la madera. Dejan a vista estructuras como las vigas, decoran sutilmente un muro con unas estanterías de fábrica que tienen un algo de poesía. El exterior macizo y estático, con grandes paños de muro sin apenas huecos, concentrados estos en las esquinas, neutro en ese gris y blanco, contrasta con el dinamismo del interior articulado en torno a una liviana escalera. El conjunto transmite paz.

Y es que con la obra de Ripoll-Tizón ocurre que, si fueras niño, quisieras que fuera tu escuela; si es una casa, querrías quedarte a vivir en ella. Su arquitectura transmite saber, sí, pero también transmite el cariño y cuidado que otorgan a cada detalle, transmite tiempo sin prisas y, de algún modo o, al menos, es lo que yo siento, transmite paz.

Permítanme que hoy hable de ellos entendiendo que hay muchas maneras de ser embajador de un lugar; en este caso, ellos lo son, ofreciendo una arquitectura cuya perfección es carta de presentación y calidad más allá de nuestras islas. Arquitectura puntera desde Baleares y en Baleares, como prueban las nominaciones a tantos premios, nominaciones y selecciones nacionales e internacionales desde la bienal de Argentina a la de Venecia.

Tal vez dando a conocer obras de nuestro presente consigamos despertar el interés y que la gente valore el gran trabajo que se hace en estas tierras. Tal vez así estas y otras obras no terminen siendo destruidas o mutiladas en un futuro como lo está siendo nuestro maravilloso patrimonio de mediados del s. XX que cada día sufre un poco más o, incluso, desaparece.

Enhorabuena, Ripoll-Tizón.

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