Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Valeria Milara

El otro día me caí

Estamos en la sociedad del «yo no necesito a nadie» porque pedir socorro lo vemos como una debilidad, y creo que es un acto de valentía

El otro día me caí. El porrazo fue impresionante. Un hombre que estaba cerca cortó la llamada que estaba haciendo y dijo: «Te dejo porque una señora se ha dado una torta descomunal y voy a recogerla». Y entre él y otro señor me levantaron. Lloré lo más grande porque me dolía mucho y ahí me di cuenta de que ya tengo una edad. Me dio igual si alguien se rio o no. Yo no me moví hasta que cogí un taxi para ir al hospital. Una de las personas que me socorrió se ofreció a acompañarme y le dije que no porque me sabía mal.

Mal hecho. Nunca hay que rechazar la ayuda, ya sea por vergüenza o por no molestar. Porque cuando estaba en el taxi gemía de dolor y el conductor, que era muy empático, casi incrustó el coche en la puerta de urgencias, donde entré en silla de ruedas. Ahí me vine abajo. Me sentí sola y cuando me inmovilizaron la pierna empecé a pensar cómo me las iba a apañar. Pero cavilé que los sanitarios fueron cariñosísimos, como el taxista, como el hombre que me recogió y pensé: «¿Has pedido ayuda?».

Y de esto va la columna. De dejar de creernos superhéroes. Pedí ayuda y me vinieron a buscar, me compraron las medicinas y a día de hoy mis familiares y amigos me traen la prensa y hasta el desayuno. Vienen a pincharme el anticoagulante y todos lo hacen de corazón. Estamos en la sociedad del «yo no necesito a nadie» porque pedir socorro lo vemos como una debilidad, y creo que es un acto de valentía. Decir no puedo, dejar que te sostengan, es crecer como persona, es madurar. Las redes hacen mucho daño y yo me pongo negra cuando veo todas estas chicas que te relatan que se recuperan de un parto en siete días o lo felices que son con sus parejas. Son estampas de irrealidad que generan sensación de fracaso para quien no tiene esa vida idílica. Siempre sonrisas. Decir que tienes un problema es un acto de doble generosidad. Por un lado desvelas tus miserias y por otro descubres que hay mucha gente que al escucharte y ayudarte se va a sentir útil e incluso feliz de hacerlo. Siempre pienso que el mundo está lleno de gente buena. Solo hay que mostrarse de verdad. Con ella se llega a estas personas y a todos los sitios.

Compartir el artículo

stats