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Pedro Coll

Soñando a Kafka

Ilustración del libro ‘Espectáculo de la naturaleza’, del Abad M. Pluche, 1771.

Por fantástica que pueda parecer, esta historia está basada en hechos reales. Todo comenzó una tarde de verano, a la hora de la siesta, cuando una mosca entró en mi habitación. Había aprovechado la ranura existente entre dos persianas entornadas por las que se filtraba un airecillo pesado y ardiente. La estuve observando durante un tiempo, hasta que se me ocurrió cerrar las persianas con la finalidad de que no pudiera salir. Me había convertido en su carcelero.

Así pasaron los días. Al entrar o salir de aquella estancia sofocante cerraba la puerta con rapidez. Solía entrar a menudo y me quedaba mirándola, sin noción del tiempo que transcurría. Aquello me daba una cierta satisfacción. Me sentía superior, despreciaba su insignificancia, su silencio pusilánime.

Un día, al entrar, la vi pegada a uno de los cristales de la ventana. Parecía estar absorta, observando la calle y el sol vertical del mediodía. Entonces se me ocurrió algo divertido, me acerqué a ella de puntillas e intenté aplastarla... pero ágilmente se escabulló. Debo reconocer que me sentí burlado. Le advertí de que su actitud bizantina me parecía propia de seres como ella, diminutos e intrascendentes, y que a partir de ahora su mísera existencia no iba a merecer ni un segundo más de mi atención.

Estaba saliendo de la estancia cuando la mosca se rió con risa de mosca. Jamás hubiera sospechado que pudiera reírse de aquella manera y me volví para mirarla. Entonces, se hizo grande y me comió.

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