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Antonio Papell

La extraña convención a estribor

La convención del PP que concluyó el pasado domingo en Valencia después de una itinerancia de una semana por España se planeó como el modo de conseguir protagonismo y presencia en un mes de octubre dominado por el congreso ordinario del principal partido gubernamental, que el próximo día 15 celebra su cónclave también en Valencia. Es muy legítimo que las fuerzas de oposición compitan en estos casos por ocupar las portadas de los medios para mantener encendida la llama de la militancia y procurar acaparar apoyos y voluntades.

El formato que se le ha dado a la convención es lógicamente opinable, y quizá la única objeción que cabría hacer al adoptado es lo oneroso que parece: muchos invitados del exterior, muchos viajes en el interior… Pero como es lógico, hecha esta salvedad (que no es menor en el caso de un partido como el PP, con casos abiertos de financiación ilegal), lo que ha de valorarse es el discurso de los sucesivos oradores, aunque ya se sepa de antemano que todo el protocolo está encaminado a fortalecer al líder, a convencer la audiencia de que la unidad interna es indestructible, a mostrar la admiración que algunos próceres universales sienten hacia el líder de le oposición (la sonrisa irónica es precisa para relativizarlo todo).

En este sentido, la nómina ha sido generosa pero el resultado parece más bien magro. Aun dejando al margen la presencia de Mariano Rajoy, pontificando sobre la virtud de sus medidas y el error que cometería el PP si aceptase nada menos que la indexación de las pensiones con le IPC (lo que puede enemistar al partido con los nueve millones de pensionistas), y la de José María Aznar, para muchos inhabilitado por las mentiras de su gobierno tras los atentados del 11-M de 2004, la selección de intervinientes, con sus correspondientes mensajes, ha sido francamente mejorable.

Los elogios de Casado a Sarkozy por su inmensa capacidad de gestión la víspera de que el francés recibiera una nueva condena que lo mantendrá en prisión domiciliaria con pulsera electrónica durante un año ha sido de las meteduras de pata que hacen época. Y nadie puede alegar sorpresa porque era conocido el currículum penal del expresidente, condenado entre otras cosas por financiación ilegal de su partido (era como mentar la soga en casa del ahorcado). Las declaraciones del «liberal» Vargas Llosa, tránsfuga desde Ciudadanos, partido al que alabó hasta la náusea hasta hace no tanto tiempo, hacia el PP, en el sentido de que no es la libertad lo importante de unas elecciones sino que la gente «vote bien», han llenado de estupor y de indignación a la opinión pública, que se pregunta cómo es posible que un tan magnífico novelista padezca una tan notoria desorientación.

En las intervenciones domésticas, ha sido muy significativa la de Vidal-Quadras, defenestrado en su día por Aznar para complacer a Pujol, cofundador de VOX y reaccionario de pro, que aprovechó la ocasión para disparatar sobre le estado de las autonomías, que como todo el mundo sabe forma parte del núcleo duro de nuestra Constitución. El guiño del discurso final de Casado a Vox con una enmienda a la totalidad a todo el progresismo ha sido evidente, puesto que el PP teme que no le sea posible llegar nunca al poder si no es con la complicidad de la extrema derecha. A la vista está sin embargo lo que acaba de acontecer en Alemania: los conservadores de la CDU/CSU ni siquiera han tomado en consideración la posibilidad de pactar con AfD para no perder el poder. Y Casado, al repudiar toda la legislación socialista en un discurso durísimo contra el gobierno, no solo ha perdido el centro sino que parece haber consolidado la fórmula de cooperación con la extrema derecha.

Por último, la convención no ha resuelto el escollo de la rivalidad entre Casado y Ayuso. Es evidente que cuando Ayuso rechaza con tanta solemnidad la competencia por el liderazgo del partido es que existe una posibilidad cierta de que tal cosa se plantee. Y ello ocurrirá si las encuestas siguen afirmando que Ayuso conseguiría mejores resultados que Casado en unas generales.

En definitiva, para este viaje, no hacía falta tanta convención.

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