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Verónica Fumanal

Los efectos del antifeminismo de Vox

El 25% de los jóvenes de 15 a 29 años considera que la violencia de género es un invento ideológico. El 50% cree que las desigualdades entre hombres y mujeres no son un problema social muy grave, cuatro puntos más que en 2019. Uno de cada tres opina que el feminismo no se ocupa de los problemas reales de las mujeres y uno de cada cuatro piensa que el feminismo no es necesario o que busca perjudicar a los hombres. Uno de cada cinco considera normal mirar el móvil de la pareja. Y el 28% cree que los celos son una prueba de amor. Todos estos datos corresponden a una encuesta realizada por la Fundación de la Ayuda contra la Drogadicción y son el ejemplo palmario del retroceso que ha supuesto que un partido haya roto el consenso sobre la violencia machista y el significado de la palabra feminista.

El proceso de influencia social de los referentes públicos es indiscutible y el caso del feminismo y su relato es uno de los ejemplos más evidentes del daño irreparable que está realizando el discurso negacionista de Vox, al tildarlo de ideología de género y vilipendiarlo con conceptos como «feminazi» o «denuncias falsas». La definición del feminismo como la supremacía de las mujeres sobre el hombre está calando, sobre todo en aquellas cohortes generacionales que se están socializando políticamente en estos momentos. Este proceso de influencia está perfectamente estudiado y tiene un negro final: la legitimación de las conductas machistas, sus diversas violencias y la permanencia del statu quo de desigualdad entre hombres y mujeres. Es así como se produce.

1/ Ruptura del consenso. Antes de la aparición de Vox, ningún partido votó en contra del Pacto de Estado contra la Violencia de Género, un asunto en el que no había debate ideológico. Izquierdas y derechas unidas contra la lacra de los asesinatos machistas. Este posicionamiento unánime es un poderoso transformador social porque dejaba sin voz a aquellos pocos que negaban que las mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas lo eran por el hecho de ser mujeres. Vox apareció y rompió ese consenso, devolviendo al debate partidista la cuestión y negando la afirmación que había unido a toda la clase política.

2/ Contrarrelato. Diseñaron un relato que negaba las estadísticas, los estudios y los expertos, basado en el concepto «todas las violencias», con un componente negativo del feminismo, al que tacha de manipulador y lo ancla en conceptos que en marketing se llaman sticky concept, por su memorabilidad, como feminazi, dando a entender que el feminismo es una tiranía injusta y cruel.

3/ Difusión. Creadores de opinión empiezan a popularizar los conceptos y el contrarrelato, que poco a poco va calando por repetición en horarios de máxima audiencia, sin que los datos, estadísticas o hechos movilicen una sola de las creencias de este viejo dogma: el machismo. Poco a poco, partidos políticos que comparten electorados empiezan a asumir con cierto complejo el nuevo relato para no perder seguidores que podrían compartir ciertos preceptos, de modo que se resquebraja el consenso previo conseguido antes de la llegada de Vox.

4/ Legitimación del señalamiento. Desde perfiles oficiales se señalan, con voluntad denigrante o intimidatoria, a integrantes del movimiento feminista, intentado amedrentarlas, publicando si hace falta fotos privadas, intentado ponerlas en evidencia, en el disparadero, para que sus seguidores las lapiden públicamente.

5/ Interpretación del contrarrelato. Como vemos en la encuesta, uno de cada cinco creen que mirar el móvil es algo normal o que los celos son una prueba de amor. Estas acciones son la viva interpretación del machismo en la vida de los jóvenes, primeros pasos que no siempre, pero a veces sí, conducen a una escalada de violencia. Los asesinatos, las violaciones, las agresiones o los micromachismos son distintas progresiones del mismo dogma. El hombre es superior a la mujer y puede hacer con ella lo que considere.

6/ No condena. Cuando datos o sucesos son publicados en los medios de comunicación, hechos que contradicen el discurso negacionista machista, simplemente lo menosprecian tachándolo de manipulación. El relato de «todas las violencias son condenables» niega que la condición de mujer es la variable determinante para esas acciones contra la víctima. Bajo esa falacia se niegan a condenar los hechos por su naturaleza y, por lo tanto, legitiman los hechos por la vía de la omisión, al tiempo que retroalimentan su visión manipulada de la cuestión en jóvenes que se están socializando políticamente.

Este proceso es el que demuestra los alarmantes datos de la encuesta, porque no hablan del presente, sino del futuro, porque alejan el objetivo de una sociedad libre e igualitaria en derechos entre hombres y mujeres. No podemos renunciar a conseguirlo, pero no lo haremos dando pasos atrás, permitiendo que cuestionen otra vez derechos como la interrupción voluntaria del embarazo, entre otros. Solo hace 90 años que podemos votar. Como les dejemos que nos sigan arrastrando al pasado, me veo defendiendo ese derecho en esta columna.

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