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Hoja de calendario | El precio del aire limpio

El movimiento mundial en favor de la descarbonización ha calado y las sociedades prestan, en general, su apoyo a un mundo sin contaminación, que eluda además los riesgos del cambio climático. La evidencia de que solo hay una Tierra y hay que cuidarla para que siga siendo habitable por las futuras generaciones es potente y, salvo energúmenos negacionistas como Trump, ha sido asumida por casi todos.

Pero esta hermosa teoría obliga a los gobiernos y a las instituciones a tomar decisiones. Y estas decisiones tienen un precio elevado. Por una parte, hay que extender la generación de energías limpias, eólicas o solares, con la consiguiente inversión. De otro lado, la insuficiencia de tales energías está elevando los precios de los permisos de emisión de CO2, que repercuten en el precio de la electricidad. Si a ello se añade la escasez de gas natural y los recortes de producción del oligopolio petrolífero para que los precios suban, se llegará a situaciones como la española, con la electricidad más cara de la historia —a pesar de que se han suprimido los principales impuestos— y con los carburantes fósiles por las nubes. Y esto es solo el principio, por lo que el apoyo inicial podría moderarse y convertirse en recelo.

En definitiva, la transición energética hacia las emisiones cero costará un dineral que tendremos que pagar a escote y que ralentizará el crecimiento. De donde se desprende la urgencia de instalar fuentes de generación limpia, perfeccionar el transporte eléctrico, aislar térmicamente las viviendas, etc. Cuanto antes lleguemos al punto de neutralidad de emisiones, antes podremos dedicarnos a otras cosas menos perentorias.

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