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Antonio Papell

Los indultos desde fuera

Los políticos catalanes indultados, sentados en el banquillo del juicio del procés.

Felizmente, nuestro panorama mediático, con grandes defectos y potentes virtudes, es muy plural y abierto, entre otras razones porque la doctrina de Tribunal Constitucional ha promovido una defensa enfática de la libertad de expresión, que se ha privilegiado sobre otras libertades porque sin ella la propia democracia pierde su esencia y su razón de ser. Sin embargo, hay ocasiones en que el griterío es tan extremo y la vociferación tan apasionada que surge la tentación de creer, como en aquel antaño remoto de Fraga, que España es diferente, y como siempre para mal.

No les voy a contar la respuesta atropellada en general del sistema mediático español a los indultos porque sin duda ya la conocen. Pero sí puede ser ilustrativo cómo han encajado la medida los grandes medios internacionales, que, o están en la luna, o nos ven con más serenidad que la que utilizamos nosotros mismos para contemplarnos.

En The New York Times, Nicholas Casey asegura que los indultos son «un paso importante hacia la disminución de tensiones en un conflicto que ha dividido desde hace tiempo a España», pero añade de inmediato que la medida «ha dado pie a respuestas enfrentadas en el movimiento independentista» y significa «un riesgo» para el propio Sánchez. Casey considera también que el presidente del Gobierno ha utilizado «un tono conciliador» en la adopción de las medidas de gracia, que supone «un cambio respecto a las afirmaciones pasadas, más orientadas a la confrontación, realizadas por el gobierno contra los presos». El diario continúa diciendo que «para muchos observadores el momento de los indultos es favorable para ganarse a los catalanes». Especialmente después de que los socialistas hayan ganado las elecciones autonómicas catalanas y, aunque no gobiernen, el independentismo haya formado gobierno «con un líder moderado como Pere Aragonès, que propone diálogo con Madrid en lugar de presionar por un nuevo referéndum».

En el Reino Unido, el Financial Times ha publicado un comentario editorial en que se ha mostrado favorable a la decisión de Sánchez y en el que destaca la «posibilidad de reconciliación» que ofrecen los indultos catalanes. Para el gran diario económico, el presidente español «tiene razón» al querer «buscar una salida a la parálisis política y la división social». El FT considera además que «el duro castigo» que supuso la sentencia del procés «no ha hecho nada para curar las heridas en una Catalunya dividida o para ayudar a España a encontrar un acomodo con una región con un fuerte sentido de su propia identidad política y cultural». Por lo tanto, la medida es un «intento encomiable de querer abrir una vía de reconciliación y convivencia dentro de Catalunya», concluye el artículo.

La mayoría de los medios explican la polémica que se ha suscitado en España, aunque con mucho menos dramatismo. Así por ejemplo, el diario británico The Guardian destaca tanto el carácter «condicional» de los indultos como que los políticos continuarán inhabilitados para ejercer cargos públicos, y lo «controvertido» de la medida. Además, recoge que «la decisión del primer ministro Sánchez y sus palabras tranquilizadoras no han gustado a sus rivales, que lo acusan de hipocresía y de venderse a Esquerra Republicana de Catalunya, formación independentista, de cuyo apoyo de la cual depende su gobierno en minoría en el Parlamento».

El alemán Süddeutsche Zeitung habla de toda una «declaración de amor» de Sánchez a Catalunya y de un «signo de reconciliación» que «tendría que permitir el restablecimiento del diálogo entre Barcelona y Madrid». La corresponsal de este diario alemán, Karin Janker, se hace también eco de un editorial publicado en El Mundo que critica los indultos como una «infamia política» que no hace más que ayudar a los «golpistas».

El kiosco de ayer en España estaba cargado de alaridos en todas las direcciones posibles, por lo que hubiera sido un ejercicio saludable informarse aquí recurriendo a quienes nos contemplan desde fuera. Y de nuevo se plantea la gran cuestión: ¿seremos capaces los españoles de resolver nuestros propios problemas de convivencia, o, de nuevo, seremos la excepción europea? La pregunta es intranquilizadora, y deberíamos detenernos a pensar un momento antes de contestar.

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