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Escrito sin red

Ramón Aguiló

La nostalgia del liderazgo

E l PP de Balears, mejor, el PP mallorquín, no consigue superar la nostalgia del que fuera su primer presidente, Gabriel Cañellas, tras serlo de Alianza Popular y Coalición Popular en Balears. Cañellas presidió la comunidad autónoma entre 1983 y 1995. Su primera legislatura como president fue auspiciada por Carlos March, que ofició de poderosa Celestina para el acuerdo con Jerónimo Albertí, presidente de UM. Antes, Cañellas encabezó la lista de Alianza Popular en las elecciones municipales de 1979 en Palma; no consiguió ser elegido concejal. Su gestión al frente del Govern fue una apuesta por un regionalismo conservador que le permitió un cierto grado de autonomía respecto al poder central de AP primero y PP después. Construyó su liderazgo en Mallorca forzando su identificación con la Mallorca profunda, la de la part forana, presentándose él, un palmesano con estudios de derecho y economía en Deusto, a través de la palabra y la imagen, como si fuera un payés. Se le veía al mando de un tractor labrando en la finca de su mujer en Bunyola, una Rotger. Uno de sus periodistas más críticos, creyendo denostarle, le llamaba en sus columnas «tractor man», consiguiendo el efecto contrario, reforzar su popularidad entre la gente del campo. Fue mérito suyo la transformación de un partido como AP que dependía casi exclusivamente de la figura de Fraga Iribarne en un partido enraizado en todos los pueblos de Mallorca mediante un activismo sin descanso en todo tipo de actos del partido, internos y externos, sin descuidar nunca la atención a todos los afiliados, a los que saludaba uno a uno. Sólo le hizo frente la máquina margalidana, Monjo. Su afición al humor le inclinó a realizar declaraciones extravagantes con las que establecía complicidades con los más conservadores de sus seguidores como «això de tanta cultura ja fa oi», o aquella que quizá hoy no habría pronunciado de «mirau si ho són males de matar ses dones». Su gestión estuvo tiznada por la corrupción, no por los hechos de Zeus y Torcal, empresa en la que tenía intereses, sino por otros acontecimientos. Uno fue el intento de compra de un concejal socialista en Calviá para intentar cambiar la alcaldía, en el que intervino el tenebroso Paco Gilet (Chilé en Madrit), su conseller de cultura. El otro, el que acabó con su trayectoria, fue el túnel de Sóller. Talones de la empresa constructora de Antoni Quart sirvieron para pagar votos electorales en las generales de 1989 y las locales y autonómicas de 1991. El Tribunal Superior de Justicia declaró en 1997 probadas las acusaciones, pero declaró la prescripción de los delitos. Tuvo que dimitir en 1995; Cañellas no podía ser una piedra en el zapato de Aznar en su camino a La Moncloa. Su hermano enviaba al candidato nacional a pescar calamares a Mururoa, escenario de pruebas atómicas.

Los que le sucedieron al frente del Govern no hicieron sino acrecentar entre los afiliados la querencia por un paraíso perdido en el que se alcanzaban porcentajes nunca vistos de apoyo electoral. Soler, que fue rápidamente destituido por sus veleidades lingüísticas, pasó de liderar el nacionalismo español en Balears a liderar el nacionalismo catalán. Matas, tras presidir la comunidad y desempeñar con Aznar el cargo de ministro de Medio Ambiente, volvió a ser presidente de Balears; su gobierno fue el más corrupto de toda la historia; acabó en la cárcel; se hizo famoso en toda España por las escobillas de baño de a 300 euros la unidad. Apadrinó la candidatura de Bauzá frente a Delgado. Bauzá obtuvo unos excelentes resultados electorales; los malogró con una desgraciada gestión: TIL, polémicas por su farmacia, sus intereses en alguna empresa, su ordeno y mando, cual general frente a sargentillos como Isern, entonces alcalde de Palma, y la división entre los militantes. Después de un intermedio gestionado por Rosa Estarás, se buscó un perfil político que recordara a Cañellas. Se ofreció el cargo al exconseller de Bauzá, Company, cuya gestión en Asaja y sus tractoradas contra Antich retomaban la relación de Cañellas con la part forana. Un espejismo. Company, un rostro de facciones recortadas a pico y un pasado de conspiraciones contra su jefe Bauzá y juergas regadas con champán en Cabrera, fue incapaz de superar el descrédito del PP y la irrupción de nuevos partidos, como Ciudadanos, Podemos y El Pi, que alteraron el reparto de votos que favoreció a Armengol, presidenta con los peores resultados del socialismo en Mallorca. El cañellismo se transformó en una especie de sebastianismo nostálgico en el que la derecha se envolvió. Se esperaba, no el retorno del rey de la batalla de Alcazarquivir que devolviera la gloria a Portugal, sino el surgimiento de un nuevo Cañellas que acabara con los socialistas como lo hacía «l’amo» en los mítines, apagando de un potente soplo las débiles llamas de unas velitas en el atril que les representaban.

El liviano Casado retira a Company como hace con Bonig en Valencia, para disgusto del primero, que ve cómo no se le pagan los servicios prestados. Casado nombra candidata a Margarita Prohens, exdiputada en Balears, diputada en el Congreso y secretaria de comunicación interna del PP. Prohens se había revelado en el Parlament como la diputada gritona contra Armengol. Ha desarrollado su agudo timbre en sus invectivas contra la ministra Irene Montero y demás progres comunistas, haciendo felices a sus compañeros de bancada con su desparpajo mitinero. Hace una semana recalé, haciendo zaping, en la tertulia de La noche en 24 horas, dirigida por Xabier Fortes. La invitada era Prohens, a cuenta de la actualidad de los indultos, el caso Kitchen, el procesamiento de Dolores de Cospedal, etc. Decidí verla para comprobar si en verdad el efecto Prohens era el nuevo efecto Ayuso. Lo pasé mal porque, aunque uno pueda estar lejano, política, cultural y vitalmente de Prohens, no es plato de buen gusto contemplar el ridículo de una mallorquina ante toda España. Se extendió en todos los tópicos más manidos del argumentario del PP con el que se pasean sus portavoces, haciendo oídos sordos a todas las correcciones de Fortes y al pasmo de tertulianos como Chema Crespo y Pedro Cuartango. Se expresaba incorrectamente en castellano, en un frenesí de sobreactuación crispada y sonrisas que no eran tales, sino muecas, en un espectáculo sobrecogedor de pánico escénico. Armengol y sus candidatos ya tienen hecha la campaña electoral. Basta que emitan en horas de buena audiencia esa entrevista de vergüenza ajena. Si esa señora llega a presidir Balears la vergüenza anegará nuestras conciencias. Inexorablemente.

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