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Jose Jaume

Desde el siglo XX | PP: cuerpo a tierra que viene la lideresa Isabel Díaz Ayuso

Colón (1) fue fiasco que costó un ojo de la cara al PP,

Colón (2) se ha saldado con estruendoso desastre

que solo beneficia a la extrema derecha de Vox

Pablo Casado, junto a Isabel Díaz Ayuso. EFE

Se le atribuye a Pío Cabanillas, ministro destituido de Información y Turismo en uno de los últimos gobiernos de la dictadura, después enrolado en la UCD de Adolfo Suárez, es decir, partidario de la controlada liquidación del régimen del general Franco, la afirmación de «cuerpo a tierra que vienen los nuestros». Lo enfatizaba con sorna ante el espectáculo de las constantes trifulcas que caracterizaron la vida del artefacto ideado por otro de los grandes aperturistas de los inicios de la Transición, José María de Areilza, apiolado sin misericordia por Suárez para hacerse con el control del portentoso invento que fue UCD, capaz de arrinconar a la Alianza Popular (matriz del actual PP) de Manuel Fraga, íntimo colega de Cabanillas, que no tuvo inconveniente en dejarlo en la estacada cuando vio que iba a estrellarse. El cuerpo a tierra para cobijarse del graneado fuego amigo lo está sufriendo el PP de Pablo Casado a cuenta de Isabel Díaz Ayuso a quien las urnas madrileñas han consagrado como inabordable lideresa de la derecha recalentada, aplaudida sin tasa por la mayoría de quienes en la disyuntiva de votar a Casado o a Abascal sin dudarlo sufragarán al segundo. Ayuso, deliberadamente, que no se ponga en duda, reventó el intento de Casado de pasar discretamente el imbebible trago del domingo. Tan arrojada como acostumbra emplazó a Felipe VI, junto al pasmado Casado, a no hacerse cómplice de los indultos a los presos independentistas catalanes. Ayuso sabe que la Constitución obliga al Rey a firmar los acuerdos del Gobierno que requieran su rúbrica. Además, fue Casado quien primero amagó con involucrar al jefe del Estado en el asunto, aunque rápidamente recogió velas: el PP se comporta como partido antisistema para acabar con el Gobierno de coalición de las izquierdas, pero no puede, salvo que desee que todo salte por los aires, que tentaciones sí tiene, descerrajar tiro en la sien a la Corona. De ahí que el lunes, Casado se viera impelido a salir en defensa del papel constitucional del Rey desautorizando a la lideresa, que, aparentemente aceptando las presiones, matizó a su modo lo dicho el domingo.

El mal estaba hecho. Las rectificaciones valen muy poco. Otra vez Colón ha establecido su maleficio sobre el PP, incapaz de sustraerse a sus íntimas pulsiones, encelado por la dureza que exhibe la derecha madrileña convencida de que es la depositaria exclusiva del concepto de España. De haber rebosado Colón de soliviantados manifestantes los porcentajes del independentismo catalán pastoreados por Carles Puigdemont se hubieran acrecentado en la misma medida que se llenaba la madrileña plaza.

El único gran beneficiado de lo acaecido el domingo fue Vox. Suya fue Colón; suyas las ovaciones; suyos los réditos electorales de haberlos cuando el Gobierno conceda los indultos. El PP nada sacará por echarse al monte, salvo las encuestas que los medios amigos le prodigan casi a diario, dado que, al no haber elecciones en el horizonte cercano, las empresas que los realizan mantienen intacto el prestigio profesional que se les supone: no se valida en las urnas el acierto o fracaso de su predicción.

Hay otra cuestión que deberá dilucidarse: qué quiere hacer Isabel Díaz Ayuso. Parece evidente que la presidencia de la Comunidad de Madrid se le empieza a quedar pequeña. Constatado que su osadía y arrojo carecen de límites, puede suceder que, al contrario de lo que aconteció con Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy, ella sí le dispute el liderazgo de la derecha a Pablo Casado, considerado interino por quienes no ven en él al político cuajado que se requiere y sí a agitador de medio pelo.

Acotación lamentable.- También prescindible: la presencia en Colón de Sebastián Sagreras y Toni Fuster, presuntos dirigentes del PP de Mallorca. Se les ve por la plaza tan perdidos, alelados, como a Casado ante la puerta de Génova 13, todavía sede del partido. Marga Prohens recogía firmas en Menorca.

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