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PP y el mundo de Puigdemont requieren tensión permanente

Desde el siglo XX

José Jaume

PP y el mundo de Puigdemont requieren tensión permanente

Sánchez y Junqueras abren juego, mientras la derecha española y el independentismo catalán irredento no se apean del enfrentamiento a cara de perro, pues les va la subsistencia

Qué otra respuesta podía esperarse a la pragmática e inevitable iniciativa de Oriol Junqueras que la que han exhibido tanto las derechas hispanas, PP, Vox y ese ectoplasma en fase gaseosa llamado Ciudadanos, como el mundo independentista de Carles Puigdemont, el «exilado» bruselense, que la que han ofrecido. PP y Vox, Pablo Casado y Santiago Abascal, estarán en la plaza de Colón; de hecho no pueden hacer otra cosa: se han repartido las cartas y es dificilísimo para las derechas, enceladas en su troglodita concepción de las Españas, que, atención, les da buenos réditos electorales, al menos en Madrid y en las encuestas que les prodigan, cuando las elecciones todavía no se vislumbran en lontananza, ofrecer alternativa que en Cataluña obtenga cierta comprensión. Otra vez recogida de firmas, sin atender a que constituyó el principio del desastre actual, vergonzante iniciativa, que no se atreven a llevarla a la calle en las ciudades catalanas, tremolar de banderas de España en Madrid. Eso es lo que pone por delante la derecha; eso y que los políticos independentistas, que sí, que vulneraron la legalidad, por supuesto, sigan en la cárcel, en la que llevan casi cuatro años: el Tribunal Supremo pastoreado por el belicoso magistrado Marchena dictó sentencia de delito de sedición que en Europa no se entiende, que queda pendiente del arbitraje del Tribunal de Estrasburgo, donde la Judicatura española, incluido el politizado Tribunal Constitucional, está en trance de padecer correctivo histórico.

Ante eso, Pedro Sánchez, que vuelve a actuar con osadía que únicamente ha tenido otro presidente de Gobierno constitucional, Adolfo Suárez, cuya memoria ha sido suciamente secuestrada por la derecha con la anuencia del inútil hijo, Adolfo Suárez Illana, que no ha heredado ninguna, absolutamente ninguna, de las virtudes políticas del padre, se ha lanzando ya sin remilgos a poner un poco de cordura en el asunto catalán. Por fin le acompaña explícitamente parte del independentismo, el que siempre lo ha sido, el que no ha de demostrar que lo es. ERC rectifica sustancialmente planteamientos unilateralistas. Afirma públicamente entender que se quebró la legalidad, que al hacerlo se violentó la voluntad de parte importante de la sociedad de Cataluña, que es lógico que la ciudadanía española se sintiera agraviada. Oriol Junqueras, político proveniente de lo más retorcido de la escuela democristiana, con anclajes importantes en Roma, en el universo creado por aquel político indescifrable que fue Giulio Andreotti, que siempre tuvo interlocución directa con el Papado, se ha hecho una enmienda a la totalidad. Ha sido desde la cárcel. La precisión no es menor. Con su carta, seguro que previamente pactada con el presidente del Gobierno, ha configurado de golpe nueva realidad, la que temían las derechas y Puigdemont, que seguro soliviantará a los suyos. De ahí que la ofuscada Inés Arrimadas, vestida de riguroso luto político para asistir a su funeral córpore insepulto, y el aturdido Pablo Casado, al que la realidad pasa una y otra vez por encima, no atinen a dar respuesta coherente. Las invectivas que se les han escuchado constatan que quedan al pairo, a la espera de ver cómo solventan la papeleta de Colón, en la que el PP, se supone que el gran partido de la derecha española, acude al reclamo de Rosa Díez, friki desubicada, que ha transitado desde el PSOE a las lindes de la extrema derecha, camuflada de constitucionalista, como si careciera de iniciativa para presentar iniciativa propia.

Es posible que Sánchez y Junqueras se estrellen: lo de Cataluña está tan podrido que limpiar el absceso es subir al Calvario con la cruz a cuestas. No hablamos de resolverlo, eso es simplemente imposible: cómo llegar al referéndum pactado que reclama ERC. Tal vez volviendo al Estatuto de 2006. El que el PP se encargó de que naufragara en el Tribunal Constitucional. España da para mucho y para muy poco. Es nuestro insoluble drama.

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