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Antonio Papell

El Madrid castizo va a las urnas

Una información de este pasado domingo en la prensa de Madrid firmada por Luis Doncel y Juan José Mateo se titulaba Los bares abiertos como ideología. En efecto, la médula de la campaña electoral que desde antes de la disolución de la cámara madrileña tiene emprendida Isabel Díaz Ayuso, de la mano del excomunicador de Aznar Miguel Ángel Rodríguez, consiste en defender alegremente la movilidad madrileña, pese al elevado riesgo de contagio de la covid-19.

La derecha tiene una visión casticista y goyesca de Madrid, que coincide con los gruesos tópicos que se han acuñado sobre la ciudad en el siglo XVIII, y que dieron lugar a todo un aparataje literario en el XIX que dibujaba a la Villa y Corte como una aldea grande y cerrada, localista hasta el tuétano, en absoluto cosmopolita, crédula y religiosa, que exhibía un folklore machista y clerical basado en el chulapo, el majo y el chispero, y sus correlatos femeninos. El Madrid que maquinan este PP y su caricatura radical VOX es de La verbena de la Paloma, Agua, azucarillos y aguardiente y La Gran Vía.

Para quienes lanzan este modelo de ciudad, que choca con el concepto mismo de modernidad y que es rechazado por muchos, salvo por algunos especímenes que con seguridad sienten más nostalgia estética que conservadurismo político y que mantienen vivas las tradiciones, la «libertad» consiste tener los bares abiertos, en tomar una cerveza fría en el velador, en atascar los sábados noche las principales calles de la urbe con el trasiego etílico, en frecuentar las verbenas de la ribera del Manzanares, en hacer gala de esta simpatía contagiosa y banal que caracteriza al pueblo de Madrid y que hace de la villa un lugar ameno y amigable. Después de todo, en nuestro agitado XIX, la libertad real de nuestros compatriotas tenía un alcance bien limitado y habían de conformarse con estas expansiones sociales.

Hoy Madrid es una ciudad tecnológicamente avanzada, sede de las grandes instituciones del Estado y de las sedes centrales de las grandes empresas, y su ciudadanía ha subido de nivel y de estatus, con los desequilibrios propios de las grandes urbes pero en niveles europeos. La forma de afrontar la gran pandemia, en que ha habido que improvisar como en todas partes, ha dado idea de la capacidad creativa de una gran área metropolitana que ha tomado sus propias decisiones como han hecho las grandes ciudades occidentales. Aunque en la dialéctica entre los partidarios de reducir en lo posible la movilidad para evitar el contagio y los que apostaban por relativizar el riesgo para no agotar todavía más la economía, ha sido patente que la Comunidad Autónoma, en manos de una coalición de la derecha con la extrema derecha, ha optado por la segunda fórmula, que lógicamente ha alborozado… a los propietarios de los bares y al segmento más irresponsable de la juventud que no ha entendido la magnitud del reto —suya ha sido la culpa del contagio de muchos mayores y con frecuencia de sus propios progenitores— y se ha saltado las normas ante el guiño y la mirada cómplices de unas autoridades que mostraban franca complicidad con los excesos.

Es evidente que la frivolidad con que se ha desenvuelto el gobierno de la CAM le ha dado popularidad, pero uno tiene la obligación de pensar que, ante una amenaza como la que ha segado muchas decenas de miles de vidas y ha sembrado una gran tragedia, la respuesta cabal, acertada y ‘popular’ había de ser la rigurosa, la mas rígida, la que hubiese salvado vidas, la que hubiera recomendado compostura y prudencia. Pero no: hay que alimentar el horno del liberalismo económico, la rueda del turismo y los tópicos. No son los hallazgos científicos y la mejora de la sanidad pública el objetivo sino la reconquista del pueblerino bullicio callejero, interrumpido por gobernantes patosos que asustan a la población. Un pensaba, en fin, que esta España de la pandereta y la guitarra estaba en los museos pero sigue muy viva en la inagotable reacción española, que ha resurgido de las cenizas al socaire de las crisis que han provocado de nuevo una macabra «selección natural».

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