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Matías Vallés

Ayuso amenaza a Sánchez, según el CIS

Al inflar a la presidenta provincial madrileña para aplastar a Pablo Casado, el PSOE ha creado un monstruo

Isabel Díaz Ayuso durante la presentación de los autobuses de campaña electoral.

El balance neto del barómetro del CIS correspondiente al mes de abril establece que Ayuso amenaza el liderazgo estatal de Sánchez, de ahí que el presidente del Gobierno haya reprimido su insistencia en dirigirse a todas horas a la presidenta madrileña, mientras el perdedor Gabilondo reprocha a su rival que insista en obviarlo para impetrar sin descanso a La Moncloa.

El presidente del Gobierno, que no del PSOE en contra de lo que se afirma en el libro reciente de Màrius Carol, infló a Ayuso. La encumbró a jefa de la oposición con la intención descarada de aplastar a Pablo Casado. Misión cumplida, cuando se observa al perdedor del PP colgándose de la «generación» de su teórica subordinada, y balbuceando parodias como «sanchismo o libertad».

A cambio, el sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas apunta a que el PSOE ha creado un monstruo capaz de resucitar al PP. Este efecto secundario imprevisto se debe a que el laboratorio monclovita confiaba en que Ayuso quedaría cruelmente enfrentada a sus carencias. Lastrada por su superioridad moral, a la izquierda le cuesta aprender las lecciones de la historia reciente, porque la candidata ganadora es insaciable y disciplinada en su imitación de Donald Trump. Incluso le ha beneficiado la expulsión de un Toni Cantó al que no deseaba en sus listas. El actor solo ha servido para demostrar que Casado es tan tramposo como su antepasados Aznar y Rajoy, que por lo visto preguntaban «¿quién es ese?» cuando se cruzaban con Bárcenas por Génova.

El CIS enloquece en las asignaciones de porcentajes y escaños, pero la irrebatible escala de valoración demuestra que la bisoña presidenta provincial ha igualado en apenas dos años el grado de conocimiento de Santiago Abascal o de Inés Arrimadas, a la que de hecho ha reemplazado en el santoral de la derecha. Sin salir de la iconografía, Ayuso se dispone a derrotar al político más famoso de España, Pablo Iglesias.

Ni Sánchez ni el fundador de Podemos han forzado la mínima melladura en la efigie de cemento armado de su rival. La izquierda reproduce los errores de Hillary Clinton. En el caso concreto de Iglesias, hubiera sido más influyente en las elecciones madrileñas desde la vicepresidencia del Gobierno que como párvulo de un partido que ya no le quiere, véanse los sucesivos sondeos del CIS sobre las madrileñas y sobre la política estatal.

Por suerte para la izquierda, el barómetro del CIS confirma que España no es Madrid. Sin embargo, el PSOE olvida que el éxito para derrotar a un adversario no consigue en resaltar sus errores, sino en aflorar aquellas falencias que vayan a ser recompensadas por el electorado. Por ejemplo y por desgraciado que resulte, tildar de mujeriegos a Boris Johnson o a Trump mejora sus expectativas. En la misma línea, acusar a Ayuso de medieval resulta contraproducente cuando la candidata del centro, de la derecha y de la ultraderecha plantea una reconquista de España que comience por Madrid. Los socialistas son los sarracenos entre quienes pretende causar gran mortandad.

La astucia y la audacia resumen las bazas de Sánchez, que nunca había sospechado encontrarse tan pronto a una rival aplicada. Las leyes darwinianas, que entusiasmaron a la derecha en su vertiente de supervivencia de los más brutales, permiten además que Ayuso evolucione en el futuro hasta mimetizar virtudes como la serenidad. El presidente del Gobierno ha llegado tarde a apagar la hoguera que encendió en Madrid, el barómetro le demuestra que debe sofocar el incendio estatal. Y conviene recordar que un treinta por ciento es el techo racional de cualquier partido político en los países civilizados con electores fragmentados.

Ayuso consigue en su huerto la misma valoración genérica, o específica de la pandemia, que Sánchez. La victoria que parece inevitable de la candidata implica una derrota de La Moncloa, que a un madrileño contumaz como el presidente le costará contrarrestar apellidando el fracaso de provincial. En cuanto a Casado, degradado por sus limitaciones generosamente exteriorizadas a un desplazado que a nadie interesa, no puede ser que fracase si lo hace Ayuso, y que también deba padecer como humillación una victoria corta o espectacular de su número una. Denle un respiro, lo necesita.

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