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Antonio Papell

El enésimo fracaso del centrismo

Cuando un partido político experimenta las catástrofes consecutivas que ha sufrido Ciudadanos en poco más de un año (la caída de 57 escaños a 10 en el Parlamento español en las elecciones de noviembre de 2019 y el desplome de 30 diputados a 6 en las elecciones catalanas del pasado febrero), la decisión más acertada va más allá de la retirada de la política del líder que, con sus equivocaciones estrepitosas, ha provocado tal desastre.

En primera instancia, un naufragio de tanta envergadura invita al abandono, al reconocimiento de que se ha perdido la confianza de una mayoría tal de electores que ya no se justifica persistir en la tarea. Hay descréditos imposibles de remontar, fracasos insuperables, crisis que conducen irremisiblemente a la consunción. En el caso de Ciudadanos, ha habido numerosos abandonos pero los supervivientes, seguramente necesitados del estipendio público para sobrevivir, persisten en la idea de reconstituir su formación, aunque no se sabe cómo: Arrimadas promovió la moción de censura que sacaría al PP del poder en Murcia pero sostiene gustosa al PP en el poder tanto en Andalucía como en Castilla y León… Y tampoco ha habido cambios ideológicos de calado con relación a aquella posición extravagante de Albert Rivera cuando se negó a formar gobierno con el PSOE después de las elecciones de abril de 2019. En definitiva, Cs no tiene una posición definida, y ello puede costarle la supervivencia.

En España, los partidos centristas no tienen fortuna más que en ocasiones especiales, en los que la idea del centro tiene una significación constructiva. Manuel Fraga, el ministro franquista a quien hay que reconocer una contribución clara a la formación de un clima propicio a la Transición, publicó aun en vida del dictador una «teoría del centro» (en una recopilación de ensayos titulada Legitimidad y Representación) en que recomendaba una metodología centrista —equidistante, no dogmática, contemporizadora— para obtener los consensos que requeriría el cambio de régimen que tendría lugar a la muerte del dictador. Las fuerzas de la Transición, y muy en particular el propio Adolfo Suárez, manejaron profusamente la idea del centro, y el partido de fuerzas vivas e intelectuales y profesionales moderados que aglutinó a su alrededor, con neofranquistas, liberales, democristianos y socialdemócratas, desempeñó un papel vital en la puesta en marcha del cambio y en el proceso constituyente, aunque como es lógico se disolvió como un azucarillo cuando el tránsito hubo concluido. En las elecciones de 1982, que ganó el PSOE con 202 diputados, la UCD desaparecía con 11 misérrimos diputados, capitaneados por el aguerrido Landelino Lavilla. El partido cerró sus puertas poco después.

Durante la larga etapa socialista, Adolfo Suárez intentó formar un ‘partido bisagra’, el Centro Democrático y Social, que llegó a contar con casi dos millones de votantes en 1987, alcanzó 7 eurodiputados y hasta 23 diputados en 1986, pero terminó desmoronándose en los primeros años 90, incapaz de mantenerse sin la figura potente de Suárez al frente. En este mismo espacio se llevó a cabo la fallida «operación reformista» y la exsocialista Rosa Díez, demasiado ambiciosa, formó UPyD, que no llegó lejos

El siguiente partido centrista fue, evidentemente, Ciudadanos, que nació del malestar del centro-izquierda no nacionalista catalán ante la deriva nacionalista del tripartito presidido por Maragall. Aquella organización, bien dirigida por Albert Rivera en sus primeros años, consiguió apoderarse de un sector central relevante a media que los dos grandes partidos tradicionales se desgastaban con la grave crisis 2008-2014. Pero este partido fue víctima de la ambición del mismo líder que lo había encumbrado: tras las elecciones de abril de 2019, era perfectamente posible un gobierno PSOE-Cs, que hubiera contado con 189 escaños, pero Rivera se negó y provocó la celebración de nuevas elecciones porque no se conformaba con ser vicepresidente de la nación: él quería ser el líder de la derecha. Lógicamente, aquel desafuero condujo directamente a Cs al abismo. Y de nuevo nos encontramos casi sin partido centrista, y probablemente sin ocasión de que alguien tenga la tentación de reeditar de nuevo una aventura semejante. La presión de las dos fuerzas radicales de derecha e izquierda, dejan el centro en apretada disputa PP-PSOE.

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