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Norberto Alcover

En aquel tiempo

Norberto Alcover

Un escándalo francés

Un escándalo francés

Punto de partida. El año pasado, 2020, aparece en Francia El Consentimiento, de Vanessa Springora. Una especie de autobiografía de los años en que, adolescente ella, fue seducida por el reconocido escritor Gabriel Martzneff, con el consentimiento de su madre y del conjunto de amigos intelectuales y artísticos entre los cuales se mantenía uno de los paradigmas del 68, «prohibido prohibir». Todos callaron. Algunos apoyaron al seductor y abusador de una menor entre 13 y 14 años. Una historia de pasión perfectamente urdida por el escritor, si bien derivó en un enamoramiento feroz de la adolescente. Solamente al cabo de años, mediante terapias y una segunda historia de amor por otra persona de su edad, pudo rehacerse. En Francia estallaba de nuevo «el derecho del menor», que sistemáticamente había sido postergado con una superficialidad llamativa. Resulta que el caso es frecuente en el país de la Ilustración y de los Derechos Humanos.

Para más inri. Este mismo 2021 y en enero, aparece un segundo volumen en la misma Francia: La familia grande, de Camille Kouchner, hija de la politóloga feminista Evelyne Pisier y del exministro y Fundador de Médicos sin Fronteras, Bernard Kouchner. La madre se separa de su primer marido, y forma pareja con Olivier Duhamel, politólogo y Director de la Fundación Nacional de Ciencias políticas, cargo al que renunció solamente estallar el escándalo. En un momento dado, Camille denuncia que su padrastro abusó de su hermano gemelo Víctor varios años. El escándalo, de nuevo, es tremendo en Francia porque ahora se trata de un tabú en la patria de la Ilustración, nada menos que un caso de incesto. Y se repite el mismo proceso de siempre: confrontación mediática y en redes porque mientras los ciudadanos medios acusan al abusador, miembros de la élite francesa, de nuevo, intentan escaquearse del problema. Pero el terreno ya está abonado, y en este momento la legislación francesa sobre el incesto y nuevamente sobre los derechos de los menores es objeto de estudio de parte de las autoridades políticas y judiciales.

El meollo de la cuestión. Por supuesto que nos aterra la permisividad familiar y la conversión de la familia, ya familias modernas, en centros de perversión, pero lo más escandaloso por sorprendente es la permisividad de intelectuales, escritores y artistas de la élite francesa que, en función de definirse como superiores a cualquier limitación, afirmaban que «la literatura está por encima de la moral». Desgraciadamente una herencia muy francesa de aquel año del cólera de 1968, en que se gritaba por las calles de París, pero también en otras capitales del mundo, «prohibido prohibir», como ya hemos citado. A fin de cuentas, los seductores y abusadores de nuestras dos novelas, pertenecen a estas generaciones que, para desgracia nuestra, son las mías. Cuando la creatividad humana olvida sus limitaciones también humanas, en general impuestas por la legislación pero en otras ocasiones no suficientemente legisladas, cuando esto sucede, llegamos a estos casos que nos escandalizan pero que son muy numerosos en nuestras sociedades desarrolladas, en las que las técnicas han sustituido a las humanidades para acabar en “»iudadanos mecánicos», entregados a sus instintos. Claro está que la mayoría de los ciudadanos son ejemplares, pero su ejemplaridad permanece en silencio porque «la normalidad no vende». Lo queremos así.

El caso español. En estas cuestiones, los españoles permanecemos en un maravilloso limbo: ni vemos, ni hablamos, ni escuchamos. Como los tres monos. Cuando se produce una demolición de los derechos de un menor, aparece un escándalo reducido, tal vez manifestaciones llamativas, permanecen flecos durante un tiempo, pero a la larga el ruido se acaba y los responsables públicos suelen prometer revisiones legales tan difíciles de arbitrar. Porque también entre nosotros se da una contradicción entre diferentes ideologías políticas y, aunque no se quiera, morales y éticas. Y, en fin, entra en polémica ese concepto tan evidente pero tan discutido de «consentimiento». Cuando parece absolutamente claro que toda agresión sexual sobre todo de menores, victimiza a la persona agredida al desposeerla de sus derechos inalienables.

Por favor, lean ambos libros. No son grandes obras literarias, pero destilan una violencia y un dolor tan profundos que, sin poder evitarlo, conducen al lector/a a un recio examen de conciencia, que de vez en cuando es una medida de sobrevivencia. Los derechos de los menores se conculcan. El incesto es una realidad. Y siempre las víctimas pierden. En Francia, pero también en España.

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