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Joaquín Rábago

360 grados

Joaquín Rábago

Los «transgéneros» y la comercialización del cuerpo

Empecemos por el principio: el palabro «transgénero» define a una persona cuya «identidad o expresión de género no se ajusta a las generalmente asociadas al sexo que se le asignó al nacer».

De un tiempo a esta parte hay un fuerte movimiento de activistas «transgénero» que cabildean para que la separación entre el sexo biológico y el «género» –según ellos, una mera construcción social- quede anclada en las legislaciones nacionales.

Han logrado ya, por ejemplo, avances en ese sentido en Noruega, pero también en otros países como Argentina, cuyo Gobierno estableció el año pasado un cupo laboral para que un 1 por ciento de los puestos del sector público sean ocupados «por personas trasvestis, transexuales y transgénero que reúnan las condiciones de idoneidad para el cargo».

La ley especifica que el cupo se aplicará a esas personas, «hayan o no efectuado la rectificación en el registro del sexo y el cambio de nombre de pila e imagen».

Pero también en Alemania el partido Verde y el Liberal han presentado un proyecto de ley que, como criticaba el otro día el diario FAZ, parece que lo hubieran escrito esos mismos activistas.

Según ese proyecto, a partir de los catorce años cualquier persona debe poder decidir libremente si quiere ser considerado hombre o mujer con independencia de su sexo biológico. Basta con una simple declaración en el registro civil.

Hay incluso una organización internacional que obedece a las siglas de Iglyo y representa a jóvenes y estudiantes de ese colectivo, que lucha por dicho objetivo y que, según sus críticos, trata de presentar equívocamente ese cambio de sexo como la cosa más natural del mundo.

A veces se presenta incluso como un simple «acto lingüístico», como si bastara simplemente reconocerse «hombre» o «mujer» con independencia del sexo biológico para ser aceptado como tal.

En otras ocasiones se trata de relativizar o minimizar los riesgos o eventuales consecuencias para la salud de las operaciones quirúrgicas u hormonales necesarias para el cambio de sexo a las que se someten las personas con ese deseo.

La campaña emprendida por Yglyo intenta ocultar los riesgos tanto físicos como psíquicos para quienes se someten a ellas y que pueden acompañarlos en resto de sus vidas.

Se recurre a veces a los llamados «bloqueadores de la pubertad», fármacos que detienen el desarrollo del cuerpo del niño, suprimiendo la liberación de estrógenos y testosterona y permite al adolescente disponer de más tiempo para decidir sobre su sexo.

Esos bloqueadores pueden fomentar en la joven persona el deseo de cambio de sexo, lo que muchas veces resulta en intervenciones quirúrgicas como la amputación del pene o de los pechos o la extracción del útero o los ovarios.

Desde 2013 se ha quintuplicado en Alemania el número de adolescentes, sobre todo chicas, que no se sienten bien con el sexo que se les asignó al nacer, fenómeno que puede tener algo también de moda, pero que preocupa a pediatras y psiquiatras infantiles.

Sea como fuere, esa demanda ha creado ya un mercado que tratan de explotar empresas farmacéuticas y clínicas especializadas en el cambio de sexo.

Un ejemplo es la estadounidense «trans» Martine Rohblatt, actualmente a la cabeza de la empresa biotecnológica United Therapeutics, a la que la revista New York presentó hace ya algún tiempo como la «ejecutiva mejor pagada de EEUU».

Esa judía, nacida como hombre en un barrio de mayoría hispana de Los Ángeles, y que se define no como «transgénero», sino como «transhumanista» publicó en 1995 un manifiesto titulado El apartheid del sexo, que afirmaba que «los genitales son tan irrelevantes para el papel de uno en la sociedad como el tono de piel».

Según Rohblatt, lo «transgénero» es la «rampa de acceso para la superación de la carne. Las personas que se niegan a ser catalogadas como hombres o mujeres son la avanzadilla de una humanidad que no estará limitada por substrato alguno» y que ella llama lo «transhumano».

¡Puro delirio que parece mientras tanto dar mucho dinero!

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