Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

El entierro del trumpismo

El entierro del trumpismo

Un análisis de Xavier Mas de Xaxás en la prensa catalana ha aportado una visión preclara de lo que se va con Trump: desde los años ochenta, cuando ya se habían impuesto los grandes derechos civiles y comenzaba lentamente el largo camino de la integración de las minorías, el partido republicano ha mantenido la vieja llama del supremacismo blanco, del racismo y de la esclavitud.

Recuerda el articulista que Trump ha bebido en las mismas fuentes que, tras la derrota del exaltado y radical Goldwater frente a Johnson, abrió Jesse Helms, senador por Carolina del Norte, cuyo discurso, claramente racista, populista y sumamente extremado, utilizó por vez primera la televisión para arremeter contra los defensores de los “derechos civiles, un movimiento a su juicio infectado de “degenerados morales”. Aquel segregacionismo indisimulado incluía una oposición frontal a la inmigración —que había sido la gran riqueza de los Estados Unidos en formación—, que se consideraba perjudicial para la mayoría blanca, y el rechazo a las instituciones federales, que interferían en los Estados sureños que aún mantenían vestigios del ‘antiguo régimen’ esclavista. Helms fue un personaje clave de las victorias de Nixon en 1968 y de Reagan en 1980.

Reagan, un mentiroso compulsivo como Trump, inauguró su mandato el 20 de enero de 1981 con una afirmación que ponía en marcha una gran recvolución conservadora: “El gobierno no es la solución a nuestro problema. El gobierno es el problema”. Trump se encontró inesperdamente al otro lado del Atlántico a Margaret Thacher, embarcada en un proyecto semejante, de estado mínimo, desaparición a toda costa de lños sindicatos, desregulación económica y bajos impuestos. Revolución que ‘compró’ la derecha europea y que desactivó el consenso socialdemócrata que se había logrado tras la Segunda Guerra Mundial, gracias al cual se generaron los estados de bienestar que alumbraron el surgimiento en el Viejo Continente de una gran clase media que dio estabilidad política a la reconstrucción de la Europa devastada, primero por los delirios autoritarios y después por la explosión militar.

En 1992 ganó Clinton las elecciones pero en 1994 resucitó el partido demócrata de la mano de Gingrich, diputado por Georgia y Speaker de la Cámara Baja, quien presentó el “contrato por América”, basado enle Estado mínimo y los bajos impuestos, y obtuvo resultados arrasadores que dificultaron los avances del presidente demócrata. Gingrich ya lanzó toda clase de barreras para desacreditar el voto de las minorías (de los negros en particular), y de hecho Bush hijo consiguió la presidencia gracias a la anulación ne Florida de 180.000 votos considerados ‘fraudulentos’, y emitidos en su mayor parte en distritos negros.

El siguiente salto ideológico de los republicanos fue la integración del Tea Party, un movimiento radical que manifestaba abiertamente que los negros y los inmigrantes eran los culpables de la decadencia económica de los blancos.

En esta secuencia, el surgimiento de Trump, con ideas tomadas originalmente de Helms, de Gingricht y del Tea Party, no sorprendió a nadie. Y la difusión del trumpismo encontró como aliado valiosísimo a la Fox de Rupert Murdoch, que en 2008 ya había asegurado sin aportar prueba alguna que Obama había ganado las elecciones gracias al fraude en los distritos negros. ¿Les suena?

Trump ha batido todos los récords en radicalismo, afición por mentir, hostilidad a sus adversarios étnicos y políticos, marrullería en el más amplio de los sentidos imaginables, hasta auspiciar una verdadera revuelta contra el Capitolio, que la ciudadanía USA no puede pasar por alto, sea de la ideología que sea. Por eso importante que Trump no salga ileso de esta tentativa de golpe de Estado, de forma que la base de sustentación de esta versión insoportable del programa republicano se debilite y obligue a una renovación.

La democracia USA lo resiste todo, pero su papel como referente global debe ser preservado. Trump es una anomalía que no puede repetirse.

Compartir el artículo

stats