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Alex Volney

Lo de siempre: ¿trigo o centeno?

¡Alucinante! ¿Puede ser que una parte importante de la clase política británica se haya pasado al centeno? Del negacionismo a posar en la foto con la respetable y simpática nonagenaria y a bravuconear con ser los primeros cuando así ha sido, pero con vacuna hecha en Bélgica. ¿Es posible que Boris Johnson quiera cambiar el trigo por el centeno? No pocas personas equiparan la era de las comunicaciones y los chateos con la vuelta a la era medieval, cuando menos, por lo mucho que se va acortando el margen para aquellos que todavía creemos en la libertad individual como el más preciado de nuestros derechos.

En esos tramos de la historia de la humanidad alucinante era también el efecto de un famoso hongo que poblaba el cultivo de los cereales causando estragos en el medioevo sobre la población. Hace unos años la Food Standards Agency del Reino Unido anunciaba el regreso de la presencia de nicotoxinas en algunos alimentos: cereales y derivados. Sustancias tóxicas en forma de microscópicos hongos. Se consideraba cosa del pasado, de un muy negro pasado. Los franceses y los ingleses lo denominan «ergot» y aquí en casa es la famosa «banya de sègol» o «sègol banyut» o «cornezuelo del centeno» que puebla también otros cereales, pero que especialmente abunda en el centeno. En la antigüedad, no tan lejana, este hongo en forma de vaina negra de pocos centímetros causó estragos que los libros de historia han ido recogiendo. Algún erudito, acertadamente o no, atribuye los efectos alucinógenos a las fabulosas y excepcionales visiones de los místicos, incluido a nuestro Ramon Llull. Era tan grande la cantidad de centeno parasitado que se vivían muy variadas y terribles experiencias a causa de esa debacle alimentaria. Pudiera ser cierto que el doctor iluminado lo fuese por el ergot a partir del cual se obtiene el LSD. Este «sègol banyut» del género claviceps parasita las espigas y contamina las harinas causando graves intoxicaciones colectivas en la Edad Media. Los síntomas eran espectacularmente graves. Aquí se habló del «foc sagrat» o del «foc de Sant Antoni» con dos desenlaces: el gangrenoso y el compulsivo. El más grave con contracciones de vasos sanguíneos privando así de la irrigación en extremidades que se llegaban a perder cruelmente aunque la persona pudiese seguir con vida. Automáticamente vienen a la memoria las pinturas de Bruegel el viejo (El combate de carnaval y cuaresma), otros amplificando sus consecuencias han llegado a insinuar que a causa de ese desastre colectivo se desencadenó, al otro lado de los Pirineos, una psicosis que probablemente llegaría a influir bastante en el advenimiento de la Revolución francesa.

Actualmente la UE tiene legislación que contempla límites tolerables de esta «contaminación» en piensos para animales, pero increíblemente ningún control, de momento, sobre el de consumo humano. ¡Sí, alucinante! como lo es la historia en sus más pequeños detalles. En la Mallorca de Ramon Llull el cultivo del centeno, el sègol, era abundante y muy común, ya pueden ustedes imaginar al universalmente reconocido filósofo y grafómano, grande entre los grandes, vivir las continuas apariciones del Cristo crucificado.

Cuando van contabilizando la larga cadena de despropósitos a nivel europeo, estatal y autonómico pueden estar seguros que el patriotismo siempre radica en aquello del todo por la pasta. Brexit arriba, brexit abajo y el absurdo y generalizado reconocimiento de Angela Merkel por haber expresado, de vez en cuando, que aparte del centeno el trigo... también puede ser comestible. Abrumadora unanimidad que ensalza a la líder alemana como único referente europeo. ¡Alucinante!

Sí, los alcaloides son los responsables de la antiquísima enfermedad: el ergotismo, pero la estupidez humana tiene sus variaciones, sus vaivenes y un efecto pendular muy considerable. Del trigo al centeno y del centeno al trigo un año más van llegando los Reyes: The Paris Review. Entrevistas de 1953 a 2012, publicado por Acantilado en la fabulosa traducción de M. Belmonte, J. Calvo, G. Fernández Gómez y F. López Martín y entre sus dos mil páginas momentos muy álgidos como cuando Peter Buckman y William Fifield entrevistan el 1969, en Deià, a Robert Graves y le preguntan si sigue experimentando con alucinógenos y ya se lo pueden imaginar. En un lustro llegaría la canción Hotel California con los Eagles, Carlos Castaneda y Las enseñanzas de Don Juan y toda esa estupidez que reinaba en el momento con tanto peyote de fondo que contrasta y mucho con la fascinante respuesta del poeta y autor de La diosa blanca: «Tomé setas mexicanas dos veces en 1954 o por ahí. Desde entonces no he vuelto a probarlas, y nunca he tomado LSD, en primer lugar, porque es peligroso, y en segundo lugar porque el ergot es el enemigo de la humanidad. El ergot es un hongo negro minúsculo que parasita en el centeno, o al menos parasitaba en la Edad Media. La gente comía pan de centeno y tenía visiones propias de un maniaco, sobre todo los alemanes. Hoy en día dicen que el ergot afecta a los genes y puede provocar trastornos en la siguiente generación. Se me ocurre que eso podría explicar el fenómeno del nazismo, que es una forma de histeria colectiva. Los alemanes comían centeno, al contrario que otros pueblos, como los ingleses, que comían trigo. El LSD me recuerda a los visones que se escapan de las granjas peleteras, empiezan a reproducirse en el bosque y no solo se convierten en un peligro sino que causan graves destrozos». Y los visones vuelven a estar de moda.

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