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Llorenç Riera

Vida digna para el complejo Manacor

No es fácil actualizar identidad y carácter de la ciudad con sello de calidad y utilidad

Manacor, pensando más en la ciudad que en el conjunto del amplio y vasto municipio, se ha vuelto una urbe dispersa, en algunos puntos con toques decadentes, multicultural y castigada por el declive de una vida comercial antaño vigorosa y que dio nombre, carácter y prestigio envidiable a la ciudad.

Casi todo se ha esfumado en la época de globalización y unas cadenas comerciales de las afueras a las que no les importa el Manacor real, sino su utilidad como cebo para captar clientes. Así se uniforma el urbanismo y enfría la vida pública entregada al vehículo y el anonimato.

No es fácil reconducir la situación, es decir, actualizar identidad y carácter de Manacor con sello de calidad y utilidad práctica y sana para el día a día, que es lo que realmente importa. Sin embargo, la dificultad no es pretexto suficiente para no ponerse manos a la obra. Después de desesperantes años de inoperancia y rodeos, demasiadas veces interesados, ahora por lo menos hay un gobierno municipal con voluntad política de trabajar en pro de la casa de todos. Le ha tocado una mala época, una pandemia que necesita ser entendida como espoleta de estímulo. Si el Ayuntamiento logra los efectos de consolidar zonas de prioridad residencial con respeto y preferencia para el peatón y el ciclista o extinguir la plaga de vehículos abandonados, algo se habrá avanzado en la buena dirección.

Convendrá, sin embargo, que se vayan tomando medidas de prevención domésticas, porque el pacto de la ilusión y la esperanza, como era de esperar, está mostrando sus primeras fricciones, aunque de momento no son graves. También queda patente que la oposición no está para colaborar.

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