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Miguel Vicents

El régimen del año veinte

Cada vez que leo o escucho a un político echar pestes bíblicas sobre lo que llaman despectivamente el régimen del 78, y compruebo que muchos jóvenes copian inmediatamente ese mensaje en las redes sociales, me doy cuenta de que ya tengo una edad. Y siento algo de lástima por aquellos que no tuvieron la ocasión de disfrutar, ni siquiera un instante, de la festiva libertad que en aquellos años de la Transición reinaba en la sociedad de la recién estrenada democracia: en la calle, en los colegios e institutos, en las universidades, en los conciertos, en los centros de arte e incluso en los bares de copas, entonces de noches eternas. Parece que quieran llenar de odio la memoria de unos años que tuvieron muchos defectos, pero no el de la ira que hoy domina el debate político.

Cuando los primeros gobiernos de la Transición, con las fuerzas del franquismo todavía presentes, desmontaron, ley a ley y reglamento a reglamento, la pesada arquitectura de la dictadura, en las calles la sociedad disfrutó de un grado de libertad y permisividad que no se ha vuelto a repetir, la que otorgaron unos años con todo en construcción, en los que el nuevo Estado levantaba su cuerpo normativo desde el pacto y el diálogo. Esa fiesta acabó como acabaron los ochenta, fruto de sus propios excesos, de la pérdida de la inocencia y de la imposición de una ley del mercado mucho más poderosa que la democracia y el individuo, con su consumismo, su competitividad exacerbada y, por supuesto, su corrupción.

Siento cierta nostalgia ahora de aquel pasado cuando veo a las distintas administraciones prohibir por encima de sus posibilidades. Y a los ciudadanos aceptar los recortes de derechos y libertades sin apenas rechistar. Y no sorprende tanto esa callada resignación, vistos los efectos devastadores de la pandemia y la amenaza que todavía supone para la vida en su segunda oleada, como que nadie apunte ni siquiera tímidamente que muchas de las medidas adoptadas suponen un abuso en toda regla incluso en estas circunstancias y que es necesario vigilar más que nunca a las autoridades que no solo nos administran sino que además ahora se atreven a sermonearnos a diario. Porque para régimen, el del año 2020 está resultando una pesadilla.

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