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Norberto Alcover

En aquel tiempo

Norberto Alcover

La búsqueda de la verdad

Tengo un deseo insaciado de conocer al juez Eloy Velasco. Una persona que desde hace años ha seguido la pista de los asesinos de mis compañeros asesinados en El Salvador, hasta conseguir sentar en un tribunal estos mismos días a uno de sus responsables más eficientes, el exviceministro de Seguridad Pública Inocente Montano, que tiene guasa el nombre de pila del susodicho. Ha sido una tarea laboriosa y empeñada, a través de amnistías salvadoreñas y de dificultades internacionales, pero ahí está el juicio. Con otro nombre no menos decisivo: Rene Yushsy Mendoza, exteniente del ejército salvadoreño y participante en la elaboración del plan y más tarde de su ejecución, quien he decidido testimoniar ante el juez Eloy, a preguntas de la fiscal Teresa Sandoval. Es cierto que Mendoza ha obtenido beneficios penitenciarios enormes, pero sin su testimonio hubiera sido imposible desatascar el juicio. No deja de resultar repugnante que las palabras de uno de los mayores responsables de la matanza sean el instrumento para poner en evidencia todo lo sucedido. Sí, tengo un montón de ganas no de conocer al juez Eloy Velasco para darle las gracias, no tanto por las condenas antes bien por esclarecer la verdad. Y sobre todo por haberla buscado sin tregua.

A comienzos de los noventa del siglo pasado, tuve posibilidad de entrevistar a Alfredo Cristiani, tras una serie de entrevistas previas con personas cercanas a él por vínculos familiares, a quienes pareció interesante que un periodista español, como los muertos, y además jesuita, también como ellos, pudiera trasladar las respuestas personales de Cristiani a la sociedad salvadoreña y española. Estructuré un ten con ten meditado, medido e incisivo, pero dejé para el final, casi levantándonos ya, la pregunta fundamental: "Antes de irnos, señor presidente, un detalle que no me gustaría pasar por alto: ¿conocía usted el plan para eliminar a Ellacuría y sus compañeros, sí o no?". El secretario, que había grabado la entrevista a la vez que también lo hacía yo mismo, gritó para impedir la respuesta, pero Cristiani, muy tranquilo, respondió que jamás había conocido el plan para acabar con "esos jesuitas marxistas".

Estos días, Mendoza ha testificado que el jefe de las fuerzas armadas salvadoreñas había comentado que él mismo se encargaría de hablarlo con el presidente y, añadió textualmente en el juicio, "si no hubo contraorden, es porque el presidente tuvo que haberlo aprobado". Mi entrevista a Cristiani nunca llegó a publicarse por razones que no hacen al caso, pero enterita está en uno de los anaqueles de mi actual despacho. Las presiones, en el mundo del periodismo, sobre todo cuando se deslizan con exquisitez diplomática, son de una eficacia demoledora. Y por esta razón, las palabras pronunciadas el otro día por nuestro vicepresidente 2º, tienen tan alta relevancia. Tal aventura es de las más desgraciadas de mi vida periodística. Pero, repito, la entrevista está ahí.

Pero profundicemos en lo que quería llegar con estas líneas, a la relevancia política, sociológica y ética de la búsqueda de la verdad. Mientras la política (el poder ejecutivo) se filtre, como sea, en la estructura judicial, y quien dice la política dice cualquier otra fuerza fáctica, la verdad resulta manoseada, manipulada y destruida en beneficio de intereses bastardos que la convertirán en mentira. Ahí reside la razón del malestar que nos invade en España y en tantos otros lugares del planeta, desde Estados Unidos a China, pasando por Turquía, Venezuela, Cuba, Irán, India, hasta llegar también a España. Algún día se demostrará hasta qué punto golpear la estructura judicial a cargo de la estructura ejecutiva produce situaciones y resultados degradantes. Porque cuando sale perdiendo la justicia, siempre pierde también la verdad. Y es la verdad la que nos hace libres.

Por esta razón, además de otras razones más institucionales y personales, el hecho de que se haya abierto camino la verdad sobre los crímenes de El Salvador, gracias al juez Eloy Velasco, me llena de satisfacción. Las condenas están ahí, claro está. Pero lo más importante es que, lentamente y uno a uno, los asesinos quedan en evidencia ante el pueblo salvadoreño, ante el partido político que los apoyaba, y, muy en especial, ante la opinión pública española y mundial. El juez Velasco merece mi gratitud, así como tantas otras personas que han colaborado con él. Y desde aquí he querido expresar hasta qué punto estoy en deuda con él y con los demás.

Parecía que la mentira se impondría a la verdad, pero no ha sido así. Y es que cuando se busca la verdad, al final todo acaba desvelándose. Ha sucedido en El Salvador, pero por la insistencia de un juez español. Su nombre, Eloy Velasco. Y la colaboración agridulce del exteniente Mendoza. Así es la vida.

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