Llega la nueva ola del coronavirus y hay que surfearla a dos metros de distancia del más cercano o con la mascarilla puesta. Creo entender a mi viróloga de cabecera, Margarita del Val, que la segunda ola romperá aquí cuando lleguen los aviones de julio con los turistas que vienen a tomar el sol y a salvar el PIB. La segunda oleada está en China, llegó a Irán y sus siguientes escalas son Italia y España.
¡Vamos! Mascarillas a la cara, guantes a las manos, manos a la obra y gracia. Ole. Esto no es el Día Internacional de la Mujer, esto es la Temporada Alta y uno y otra se parecen en que se han de celebrar a toda costa. Para la segunda ola no habrá exigencia de responsabilidades simultáneas a los hechos. Las exigencias seguirán siendo como hasta ahora: premonitorio-retrospectivas, todo el mundo lo sabía, aunque nadie lo dijera o todo el mundo lo decía, aunque nadie lo supiera, a convenir.
Para evitar las irresponsabilidades convendría no crear confusiones entre lo sanitario y lo turístico, entre el Covid y el PIB. Como observador telediario mis ojos ven que se respetan las distancias en las playas donde se nos alerta de que hay mucha gente. Cuando se informa, en estado de alerta, de botellones y se aprecia que se guarda más distancia entre grupos que en muchos establecimientos hosteleros el cerebro entiende que la mejor protección del coronavirus es la doble imposición fiscal del alcohol: primero en el súper, luego en el bar. No está bien. Hay que lograr que la distancia se respete en los bares por el PIB y, sobre todo, por el Covid€ Ayuntamientos, vecinos y consumidores están dando muchas facilidades. "No puedo respirar", es una de las consecuencias del Covid, pero como queja no puede ser una de las causas.
