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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

La monarquía se tambalea

La investigación a Juan Carlos I por delito fiscal y blanqueo es un jaque que puede ser mate si culmina en un referéndum entre monarquía o república

Las informaciones procedentes de la fiscalía suiza atestiguan la recepción de 65 millones de euros procedentes de la monarquía saudita en una cuenta de Juan Carlos I. Así mismo, la transferencia de esta cantidad a una cuenta en Panamá a nombre de Corinna Larsen, la amante del Rey emérito. Ella, en conversación grabada por el inefable Villarejo, en Londres, en presencia del expresidente de Telefónica, Juan Villalonga, el compañero de pupitre de Aznar, le acusaba del cobro de comisiones por el AVE a la Meca. Hasta el momento, la fiscalía del Tribunal Supremo se había abstenido de investigar los hechos, que se originaron en 2008, escudándose en el artículo 56.3 de la Constitución que consagra la inviolabilidad del Rey. Ahora, la fiscalía, tras conocer los hechos que podrían ser posibles delitos, uno fiscal por no declarar una renta cuya liquidación sobrepasaría con creces los 120.000 euros, y otro de blanqueo de dinero, posteriores a 2014, la fecha de la abdicación, está a la espera de la documentación del fiscal Ives Bertossa que facilite Suiza a través de la Comisión Rogatoria para presentar una querella ante el TS.

El director de La Vanguardia titulaba su artículo del pasado miércoles "jaque al Rey emérito". Sin duda así se puede calificar tanto la información procedente de Suiza como los inevitables pasos de la fiscal general del Estado que pueden llegar a sentar en el banquillo de los acusados al principal protagonista de la Transición que dio paso a los mejores años de la política española en mucho tiempo, seguramente algunos siglos. Pero, en realidad, no es sino uno más de los jaques a los que había sido sometido Juan Carlos I con motivo, tanto de los acontecimientos de Botswana como del caso Urdangarin que culminaron en la abdicación de 2014, el jaque mate institucional definitivo. Eso creíamos entonces. Parecía que las denuncias de Corinna acabarían en saco roto por afectar a hechos anteriores a 2014 y no afectarían al emérito por su inviolabilidad. Pero las informaciones procedentes del fiscal suizo pueden sumarse al terremoto que supuso enterarse de que su hijo Felipe anunciara la renuncia a la herencia de su padre al trascender hace tres meses su fortuna en paraísos fiscales. La duda ponzoñosa que puede albergarse en la mente de los ciudadanos es si Felipe ya conocía los hechos con anterioridad y da este último paso, con un año de retraso y tras conocerse la noticia, para salvar la cara ante la opinión pública.

Así, la suma de los acontecimientos prefigura lo que podría ser no un jaque mate a Juan Carlos I sino un jaque a la monarquía. El buen hacer de Felipe VI ante la mayoría de los ciudadanos españoles, tras el largo período de frivolidad y corrupción de su padre, sería algo así como echar margaritas a los cerdos, como pretender acabar con la Covid-19 en las residencia de ancianos con paracetamol. Lo que está por ver es si este jaque a la monarquía inducido por el propio monarca se convierte, en el tablero de ajedrez de la política española, en un jaque que podría ser mate si culmina con un referéndum entre monarquía y república.

La experiencia histórica de la república fue desgraciada, una experiencia democrática sin demócratas; o muy escasos, de la estirpe de un Chaves Nogales, una de las "rara avis" liberales de aquellos aciagos tiempos en que los unos querían exterminar a los otros (de hecho se afanaron en hacerlo), que culminaron en una rebelión militar, una espantosa guerra civil, innumerables asesinatos en los bandos opuestos, y una dictadura asesina que duró cuarenta años. De ahí el desaliento de quienes han creído, quizá con unas dosis de excesivo optimismo, en el milagro de una Transición de una dictadura a una democracia con unos costes reducidos en comparación con unos logros que han sido admiración del mundo. Su optimismo no estaba absolutamente injustificado. Era fruto de una sociedad en apariencia muy diferente de la de los años treinta del siglo XX. A este propósito es interesante reproducir las palabras del dictador al general estadounidense Vernon Walters el 24 de febrero de 1972: "España irá lejos en el camino que desean ustedes, los ingleses y los franceses: democracia, pornografía, droga, ¿qué sé yo? Habrá grandes locuras pero ninguna será fatal para España". "¿Cómo puede estar tan seguro, general?", preguntó Walters. "Porque voy a dejar algo que no encontré cuando asumí el gobierno hace cuarenta años", respondió Franco, "la clase media".

Se suman diversos factores que desembocan en la situación actual. Tras el 23F el Rey se convierte en un intocable lisonjeado por partidos y prensa. Otro fue la ruptura generacional y política del PSOE de 1974 de Surennes y de Felipe González y la victoria de Zapatero frente a Bono con los votos de los guerristas. Supuso el principio del cuestionamiento serio de la Transición. El reciente video de un Zapatero alucinado llamando a China y a la Unión Europea a poner a Estados Unidos en una situación imposible, es una pequeña muestra de la deriva hacia ninguna parte de la clase política. Por supuesto la corrupción, el clientelismo partidario y la colonización del Estado por PSOE y PP. La crisis del 2008 que desembocó en la ruptura del mecanismo del ascensor social. Y, por supuesto, la ambivalencia moral de los hombres, ejemplarizada como nadie por un personaje capaz de la mejor gestión política en su primera madurez y de la peor frivolidad moral en su decadencia personal: Juan Carlos I. No sabemos cómo será el mañana.

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