Diario de Mallorca

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Bernat Jofre

Tiempos de crisis, momentos de cambios

Los efectos de la pandemia no han acabado, ni mucho menos, en las islas. No estamos en la ruina, pero falta poco y se hace necesario buscar un nuevo paradigma y otro equilibrio

Podríamos convenir en que estamos viviendo un tiempo históricamente insólito. Cada nación con sus naturales dentro de sus fronteras. Sin racismo ni limpieza étnica. Pero la desconfianza hacia el foráneo ha dado a un rebrote ideológico que creíamos superado desde hacía mucho tiempo. Preocupante.

También estaríamos de acuerdo: Mallorca es un paraíso. Ya se lo avisó Gertrude Stein a Robert Graves: “Si lo puedes soportar”. Claro que ambos se referían a la isla donde la agricultura era su principal recurso. No a la aspirante a Florida, con una economía basada en el flujo económico que puedan traer externos. Si se estipulara nuestra población en nuestra producción, la Geografía Humana calcula que la isla debería tener una población aproximada de unos trescientos mil habitantes. Eso, si la teoría de la Riqueza de las Naciones se cumpliera a rajatabla. Por tanto, o sobran hoteles, o sobran setecientas mil personas. Quizás la contraposición no debería ser tan radical, pero como dijo desde estas mismas páginas el eminente biólogo mallorquín Antoni Maria Grau i Jofre, tras la pandemia se abre la oportunidad para encontrar un nuevo equilibrio. Un nuevo paradigma. Estoy de acuerdo.

Siguiendo en en temas económicos, podríamos estipular que aún no estamos en la ruina. Pero falta poco: la pérdida masiva de mano de obra está provocando la consiguiente minusvalía en cuanto a flujo de capital circulante. Lo que puede acabar de sentenciar la ya amenazada supervivencia de muchos comercios, primeras víctimas del menor consumo. Al respecto, un amigo patrimonialista comentó que en zonas de gran prestigio ciertas propiedades habían ofrecido motu proprio un descenso en los alquileres a sus inquilinos. Objetivo: seguir manteniendo unos ingresos de socios de fiar. Más vale poco que nada.

De todo el proceso vivido, sí podríamos destacar cómo la gente ha pasado la pandemia. Su respuesta. Quedamos admirados de la inventiva popular. Convirtiendo bozales (una mascarilla es un bozal disfrazado) en espejos de sus creencias religiosas, políticas e incluso preferencias deportivas. Incluso sexuales. Es una lástima que entre tanta inventiva aún no se haya podido observar en ninguno de ellos una cita filosófica o la reproducción de un bello fresco de Leonardo. Por sentido ecológico, deberíamos decantarnos por las máscaras transparentes. Siempre que no se tenga miedo a ser confundido con un cazador de recompensas de La Guerra de las Galaxias. Claro que mejor eso que asemejarse a un antisistema.

Otro cambio que nos ha deparado el Sars-Cov-II: los abogados civilistas tienen colapsadas las visitas hasta entrado el otoño. Tanto en su faceta matrimonial o mercantil, pues las operaciones inmobiliarias paradas en marzo siguen su curso. El último dato me lo aportó una pasante de notaría: su despacho prioriza el finalizar las compraventas atrasadas y las planteadas vía zoom a las clásicas vacaciones estivales. En cuanto a los divorcios y separaciones, el confinamiento ha ejercido de elemento acelerador de rupturas anunciadas. Como regla general no ha sido la visión perturbadora de la risueña vecina el acicate final. Sino las rencillas soterradas desde tiempo ha, mezcladas con una cohabitación prolongada. Lo que mayormente podría haber causado situaciones insostenibles en cuanto a convivencia. Por ello, muchas parejas han decidido a cortar por lo sano y dejar de aparentar. Intermediación, fedatación y representación jurídica en general. Sectores donde podría no ser extraño el trabajo.

Justamente por el difícil panorama en que estamos inmersos, es el anteriormente citado sector el que puede estar notando más dificultades a la hora de defender sus minutas. Desde simples mediadores reconocidos por el ministerio de Justicia - que no necesariamente son licenciados en leyes - hasta renombrados abogados, consultores o arquitectos. No es descartable que el coronavirus inicie una cierta autocrítica en su seno: al igual que los propietarios de locales en zonas prime han entendido el mensaje de la crisis, es posible que el colectivo lo haga respecto al coste de sus servicios. Muy probablemente sea necesaria esa corrección. Pues así como en estos momentos a nadie en su sano juicio se le ocurre equiparar sus honorarios con ilegales comisiones (más propias del entorno político o empresarial, todo sea dicho) en el futuro sí se acabe dando esta triste equiparación si se siguen cobrando las “litis” que hasta ahora se están pidiendo.

Los efectos de la pandemia no han acabado, ni mucho menos. Por su causa, en los próximos tres años se podrán dar muchos cambios en la isla. Tanto a nivel comunicativo, político, judicial y - cuidado - hasta deportivo. Presenciar el insólito descenso de alguno de los ocho grandes clubes de fútbol balear por incumplimiento de normativa económica, por ejemplo. O la desaparición de alguna histórica asociación deportiva de Balears. Así como el repunte del desempleo. Esperemos que sea coyuntural, y entre el próximo año y el 2022 la oferta de ocupación vuelva a la normalidad. Si no, piensen en tumbar algarrobas.

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