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No es una guerra

Entiendo que Pedro Sánchez y su desafinada capilla polifónica hablen en términos bélicos de esta pandemia. Así buscan mantener prietas las filas ciudadanas en una supuesta guerra contra el virus. Les viene muy bien hacernos creer que sufrimos una especie de agresión del exterior y que la obediencia ciega es la única respuesta ciudadana sensata. Tratan de convencernos de que vieron el bicho al microscopio y venía con casco de Darth Vader, por citar al malo oficial. Esta estrategia de distracción lingüística, sobre todo, les permite exonerarse de cualquier responsabilidad en el estallido y descontrol de la pandemia en España: todo es culpa de un taimado enemigo exterior. Pero no hay tal. Desde que el hombre es hombre, ha sufrido el ansia destructora de los microbios. No porque los bichitos tengan carné del partido nazi. Simplemente, esa es su biología. Son las reglas de la "lucha por la vida". Son los eternos mecanismos moleculares que guían el nacimiento, crecimiento y muerte de todo bicho viviente. Pero se suponía que el progreso del ser humano consistía precisamente en eso: en reducir o eliminar el daño que nos causan algunos de esos mecanismos, como las enfermedades; en lograr que la vida fuera mejor para todos y blablablá. Vestir las legiones de coronavirus con el uniforme de un ejército agresor en plena "blizkrieg" contra Occidente permite ocultar que, como país, hemos fracasado al aplicar todo nuestro conocimiento científico, todo nuestro temple político para evitar el desastre. El verdadero enemigo es nuestra arrogancia, nuestra imprudencia, nuestra desidia. Aquí al lado, Portugal lo está bordando. Ellos no necesitan una guerra. Les basta con tener inteligencia.

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