Diario de Mallorca

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Desde siempre he tenido gran afecto por los animales, ya sean silvestres o domésticos, afecto o afición que mis hijas han seguido, tienen perro y algún que otro animal en sus casas. He disfrutado de la compañía, cariño y lealtad de mis perros y sentido el dolor en cada desaparición. Cuento esto porque durante años, antes de que estas aves estuviesen protegidas, tuve, además, una cadarnera un jilguero enjaulado en el ventanal de mi cuarto de baño. Todas las mañanas, al oír el sonido del agua se ponía a cantar y me alegraba la ducha, con sus trinos y gorjeos, que yo interpretaba como un gesto de satisfacción y bienestar del aquel pajarillo. El jilguero es un pájaro muy bello, procede del norte de África, su cara está cubierta de plumas rojas, sus alas son negras con una franja amarilla, es de carácter alegre y activo. Creo que su vida puede alcanzar hasta los ocho años.

Durante estos días de confinamiento por el maldito coronavirus he pensado mucho en mi último jilguero y he llegado a la conclusión de que fui egoísta y cruel con aquellos pájaros, que me alegraban la mañana, me los regalaba un conocido que vivía en el campo, los cazaba con "filats". Ellos me proporcionaban alegría y yo les colmaba de atenciones entre otras les daba semillas de cardo. Ahora con el confinamiento pienso que les daba, de forma inconsciente, un trato cruel. Ellos igual que los humanos debían sentir el dolor y sufrimiento de la pérdida de la libertad, ellos también tenían el derecho de vivir en paz y libertad. El tener a alguien encerrado en casa o en una jaula es algo que condena a una vida miserable. El vuelo de los pájaros es el bello, es símbolo de la libertad.

Ahora en este país estamos privados de libertad, en arresto domiciliario, confinamiento, en el que todos los días son iguales, las calles vacías, temor a realizar las tareas mínimas de supervivencia, la compra, la farmacia, el acudir al trabajar. ¿Puede haber algo más absurdo que exigir confinamiento y pedir a los trabajadores que acudan a su trabajo? Estará fallando algo en España, no está preparado el país, nuestra democracia, para una situación de tanta gravedad. Otras naciones de nuestro entorno han actuado de forma diferente, por ejemplo, Suecia, en donde el Gobierno formado por una coalición de socialdemócratas y verdes, permite que todo siga abierto, restaurantes, centros comerciales, gimnasios. Han recomendado extremar la higiene y quedarse en casa ante cualquier síntoma de enfermedad. De su población, 10 millones de habitantes el 20% son mayores de 65 años y solamente han contabilizado 25 muertes. En Alemania han realizado pruebas medicas generalizadas y con una población superior a la nuestra han tenido solamente 43 muertes.

Aquí no hubo previsión. ¿Dónde estaban las máscaras, la pruebas, los sistemas de respiración? Ahora ante la catástrofe que asola al país se hacen compras de este material de forma improvisada, sin control, sin seguridad, por valor de más de 450 millones y resulta que no sirven porque no son fiables. La desorganización de las administraciones añade descontrol, el gobierno central y los gobiernos autonómicos parece que no se ponen de acuerdo en casi nada, ni ante una situación como la actual. A pesar del rígido confinamiento, el número de muertes y de infecciones va en aumento de forma exponencial.

Corea del Sur, país muy afectado por el Covid-19, estaba preparado y ha hecho frente a la pandemia de forma eficaz. Un sistema de seguimiento de afectados con tecnología digital, ha dado un resultado espectacular. Les recomiendo que vean la entrevista que le hizo la BBC, el día 15 de marzo último, a la ministra de Asuntos Exteriores, Hang Kan Ky vug-Wha, en la que se le pregunta por la razón del éxito obtenido, en la lucha contra el coronavirus. Ella destaca como claves de la pronta resolución, la rápida reacción iniciada desde enero ante las noticias que llegaban de China, la trasparencia, el evitar el pánico, mucha información a la población y test generalizados.

Volviendo al principio, la situación es la que es, el problema es grave y hay que resolverlo de la mejor manera posible, pero estamos privados de libertad. El mayor castigo que puede aplicarse a un ser que se cree libre, es despojarle de esa libertad y esto es así actualmente en España. Es más, una vez decretado el Estado de Alarma se debe de ir con mucho cuidado con aplicar la política del "palo y tentetieso" porque solamente conduce al descrédito de la democracia. Mucha gente comenta el miedo que sufre al salir para trabajar, comprar, o ir a la farmacia, por la actuación de algunos miembros de la policía local, especialmente de Palma, (cuya reputación está en entredicho desde hace algunos años), sus maneras contrastan con la considerada, correcta y educada labor tanto de la Policía Nacional como de la Guardia Civil. Se puede avisar, recomendar, aconsejar e incluso exigir, si fuese el caso, el regreso a su casa, pero con educación, consideración y respeto, nunca con altanería, prepotencia o amenaza.

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