Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

Holocausto, el culpable y miserable silencio de un papa

Pío XII nunca forzó el enfrentamiento con Adolf Hitler, más bien lo contrario: contemporizó con él hasta la náusea, firmando un concordato que el líder nazi jamás respetó

Eugenio Pacelli fue elegido papa, tomando el nombre de Pío XII, el dos de marzo de 1939. 29 días antes de que concluyese la Guerra de España con la victoria de los golpistas del general Franco, celebrada por el nuevo papa, y seis meses antes de que se iniciara la Segunda Guerra Mundial. Pacelli, secretario de Estado (ministro de Exteriores) hasta entonces, bajo el pontificado de Pío XI, es considerado El papa de Hitler. La verdadera historia de Pío XII, según el completo estudio del historiador británico católico John Cornwell, quien afirma que fue "el papa ideal para los planes de Hitler". Hay discrepancias, pero es incontestable que el pontífice mantuvo cerrada la boca ante el Holocausto. Pacelli siempre guardó silencio, impidiendo, nada más ser elegido, que viera la luz la encíclica de su predecesor. Aquiles Ratti, así se llamaba Pío XI, quería dar a conocer una encíclica que era una descalificación contundente del nazismo: Humani generis unitas. La unidad del género humano. Le sobrevino la muerte antes de tiempo. Pacelli, al ser entronizado, la ignoró. Nunca se divulgó. En 1945 habían sido asesinados por los nazis seis millones de judíos y unos 300 mil gitanos. Un genocidio sin precedentes en la historia. La supresión de una comunidad por el hecho de serlo. Jamás se había llegado a tanta degeneración. Fue el Holocausto.

Desde entonces, el Vaticano y sus terminales mediáticas se han volcado en decir que Pío XII hizo todo lo que estuvo a su alcance para proteger a los judíos, que, de haberse enfrentado abiertamente a Hitler, las cosas habrían sido mucho peores para los católicos alemanes, para los judíos y la propia Iglesia. Precisemos que tan numantina defensa vino acompañada de la paralización del proceso de canonización de Pío XII. Sigue a la espera. Santos son varios de sus sucesores. Pacelli queda arrumbado.

Durante el pontificado de Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, el papa alemán, éste visitó el campo de exterminio de Auschwitz preguntándose retóricamente, sinceramente consternado, por el silencio de Dios ante aquella monstruosidad. Calló sobre la mucho menos retórica cuestión del silencio de su vicario en la tierra, no entró a valorar el ominoso silencio de Pío XII.

Ahora el Vaticano ha desclasificado los papeles de aquel pontificado; estarán, al menos eso se dice, a disposición de los historiadores, que se han apresurado a solicitar permiso para escudriñar un período tan fundamental de la historia de Europa y la Iglesia, que espera quede establecida la ausencia de responsabilidad de Pacelli, que sí, selló sus labios, incluso cuando camiones nazis llenos de judíos romanos circularon ante el Vaticano camino de los campos de exterminio. Siempre silencio. Nunca utilizó el papa el inmenso arsenal que tenía a su disposición para condenar la abominación que se había perpetrado: la Iglesia disponía de un local y un activista (parroquia y sacerdote) para alzar la voz y decir al mundo lo que Hitler y los nazis estaban haciendo. Al contrario, contemporizó, se aferró al vulnerado Concordato, hasta permitió que determinados clérigos, en Croacia y Chequia, se aliaran con los nazis colaborando en la deportación o directamente el asesinato de judíos.

Esa fue la responsabilidad criminal, culpable, de Eugenio Pacelli. A veces resulta muy difícil, imposible, blanquear determinadas biografías. La de Pío XII, el último papa-rey, fallecido en 1958, es demasiado oscura, contiene excesivos recovecos tenebrosos, como para ni tan siquiera intentarlo. Se verá lo que da de sí la apertura a los historiadores de los poblados archivos secretos vaticanos.

Compartir el artículo

stats