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José Pons

Otro 23F: Félix Pons Marqués en el recuerdo

Para aquellos que tienen más de 40 años, el 23F evoca el intento de golpe de Estado de los Tejero, Milans del Bosch y otros en la tarde del 23 de febrero de 1981. Intentona felizmente abortada por la firme oposición del Rey Juan Carlos, en defensa de la democracia.

En mi casa, sin embargo, el 23 de febrero fue, mucho antes, la fecha del prematuro e inesperado fallecimiento de mi padre, Félix Pons Marqués, ocurrida hace 50 años, el 23 de febrero de 1970, pocos días después de cumplir 60 años. Félix Pons fue sobre todo un abogado entregado apasionadamente a su profesión; político activo en la oposición democrática al franquismo, (en el momento de su fallecimiento era vicepresidente nacional del partido Izquierda Democrática, obviamente no autorizado) y persona totalmente comprometida con la sociedad.

Como abogado destacó desde muy joven y fue elegido Decano del Colegio de Abogados en la primera confrontación democrática durante el franquismo. José Zaforteza dijo de él que fue "arquetipo de juristas" y el llorado André Ferret escribió en el XXV aniversario de su muerte que "diestro en los estrados y en la consulta, frecuentada incluso por colegas que recurrían a su consejo, la oratoria de Pons fue famosa por la lógica argumental de sus informes y por la precisión típica de su presencia en el foro mallorquín". En 1961 fue nombrado magistrado suplente de la Audiencia Territorial de Palma. Fue también en el ámbito jurídico una de las personas que más trabajó por el reconocimiento del derecho foral de Baleares.

Su compromiso social le llevó a ser presidente del RCD Mallorca, abogado, consejero y presidente del Banco de Crédito Balear, vicepresidente del Club Naútico y del Círculo Mallorquín, consejero del Banco de España, presidente de la Comisión diocesana de Asuntos económicos y vocal de la Comisión diocesana del patrimonio histórico religioso, consejero de la compañía de tranvías de Palma y un largo etcétera.

Ese compromiso social y ético le llevó a la acción política en un tiempo en el que solo cabía la adhesión al régimen de Franco. Ya en 1958 escribió el manifiesto para el futuro de España reclamando un país democrático, tolerante y respetuoso de los derechos humanos. Esa militancia le llevó en 1962 a participar en el llamado "contubernio de Munich", una reunión en la que se juntaron políticos democráticos del exilio con militantes democráticos de España para estudiar de qué manera España podría ingresar en la Comunidad Europea. A su regreso fue detenido y confinado en la isla de Lanzarote por espacio de seis meses.

Su inesperado fallecimiento en 1970 le privó -y nos privó- de su participación en la transición democrática. Diario de Mallorca dedicó varias páginas a evocar su figura el día 1 de marzo de 1970. Mejor que mis palabras, serán las de quienes escribieron entonces.

Javier Garau Armet, que era presidente de la Real Academia de medicina y cirugía dijo: "Era de los pocos y auténticos senequistas que haya habido. El sentido de la propia dignidad, la actitud contenida, el enfrentamiento con la adversidad y con la muerte con actitud serena, el desprecio a la riqueza y a la gloria exterior eran típicos de Félix Pons€.era un político en el más noble sentido de la palabra, anti demagógico, creía en la dignidad política del hombre".

Por su parte, el abogado -y posteriormente decano- Juan López Gayá escribió: "Su memoria ha de perdurar para cuantos en este mundo siguen aún teniendo un alto concepto del honor, sirven a la justicia y aman la verdad€.y es que él nunca pensó en buscar su verdad, sino la Verdad, la que incluso en el orden temporal de las cosas debía prevalecer sobre las demás verdades. Y la persiguió hasta el límite de sus posibilidades y aún más allá puesto que llegó a sufrir injusta tribulación y destierro€..hizo lo que debía hacer, practicar lo que en cierta ocasión recomendaba a la juventud amor y no odio, paz y no violencia, justicia y no arbitrariedad".

En su necrológica, escribió Camilo José Cela: "Acaba de irse de entre nosotros un hombre bueno y cabal, un hombre amante de su país y de su patria, de la justicia y del orden en la conducta de su familia y de sus amigos... el clemente Lacordaire parecía estar pensando en nuestro amigo cuando dejó dicho que un hombre justo y honrado es aquel que mide sus derechos con la regla de sus deberes y la regla más rígida e inexorable fue la que nuestro amigo empleó para trazarse el rectilíneo perfil de su existencia".

Nunca ambicionó riquezas materiales ni buscó el halago personal sino el servicio a la sociedad con su ejemplo y su actitud. Así lo resumía Andrés Ferret al evocarle: "Pons que adoraba Mallorca, no fue nada fenicio, no se inclinaba ante el becerro de oro porque lo ignoraba simplemente. Don Félix se había puesto muy alto el listón de la autoexigencia y con eso le bastaba. Su gloria es y fue moral: igualar con la vida el pensamiento".

Quizás el testimonio más emotivo sea el del inspector de policía señor Torras, enviado a Lanzarote para vigilarle durante el confinamiento. Policía de la temible brigada política social del franquismo, entabló una entrañable relación con mi padre y escribió a su muerte "yo quería mucho a Don Félix y motivos para ello no faltaron. Nos conocimos en una triste ocasión, pero con su extraordinaria delicadeza consiguió casi de inmediato, limar las asperezas que aquella situación creó y siempre tuvo unos detalles conmigo que no he olvidado. Don Félix era una de esas pocas personas que vienen a este mundo para dejar un rastro luminoso".

Su recuerdo, su magisterio y su ejemplo siguen vivos entre nosotros, 50 años después.

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