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José Francisco Conrado de Villalonga

Ante la nueva cita electoral

La candidez y buena fe de los ciudadanos no ha encontrado correspondencia en los partidos; energía y gasto han resultado inútiles y los electores deberán acudir nuevamente a las urnas

Ante la redundancia de elecciones los candidatos intentan agudizar su ingenio dialéctico (?) con el fin de arañar algunos votos a unos decepcionados, cansados y descreídos electores. Nueva convocatoria de comicios para el 10 de noviembre. La candidez, buena fe y voluntad de los ciudadanos no ha encontrado correspondencia en los partidos. Energía y gasto han resultado inútiles. Deberán los electores acudir nuevamente a las urnas si quieren ser consecuentes con su responsabilidad o tal vez apuntarse al "gran partido de la abstención", estaría justificado. Si esto ocurre supondrá un mazazo a la credibilidad del sistema democrático español. Existe una consciencia generalizada de que los que salieron elegidos en las últimas y también en las anteriores, no han estado a la altura, han antepuesto sus intereses personales al interés general. No han hecho nada sustantivo para el país, aunque sí han percibido una remuneración y un cumulo de prebendas que van comprendidas en el cargo, un generoso paquete gratificativo, por el que se compensa el esfuerzo ( sic) legislativo de unos y ejecutivo de otros, que desgraciadamente no se ha realizado. Mientras los votantes han seguido, cumpliendo con su deber, acudiendo a su trabajo o a buscar empleo y, eso sí han continuado pagando impuestos, para mantener un entramado que no ha funcionado.

Entonces, ¿para qué volverlos a votar, cuando lo más probable es que el resultado se repita y todo siga como desde hace cuatro años? Rivera esta desorientado, cambia de opinión con facilidad, tan pronto rechaza cualquier relación con el PSOE como ahora prometer coaligarse con ellos. ¿Dónde queda aquel papel moderador del centro que tanto prometía? ¿Y su oposición al bipartidismo, que le proporcionó tantos votos? ¿Qué queda de aquel partido bisagra? El no haber actuado de forma coherente le costará caro. Casado se ha equivocado, si se hubiese abstenido ante la elección de Sánchez habría permitido la existencia de un gobierno y reafirmado su papel de líder de la oposición. Habría evitado la probable formación de un ejecutivo dependiente de ERC, Bildu, e incluso del PNV. Hubiese obtenido la bendición del establishment y tal vez hubiese abierto de nuevo un camino hacia el bipartidismo.

Leí en Diario de Mallorca una entrevista que Carlos Alós hizo a Pedro Sánchez, del día 4 de octubre, en la que el "presidente en funciones" quiso dar la impresión de que está dando la vida por España, que se está inmolando por la Constitución, el dialogo, la economía, las pensiones, la unidad del país. Según él sus adversarios políticos no están a su altura, intentó disimular su chulería barriobajera, igual que hace Pablo Iglesias, con palabrería hueca y afable que no resulta creíble. Sus oponentes, dice, no le permiten formar gobierno, rechazan la estabilidad que el PSOE ofrece y, explica ante una crisis que se avecina, desde su estatus académico (?), a los indoctos ciudadanos que no es lo mismo una recesión que una desaceleración. Gracias señor Sánchez, pero hasta ahí llegamos.

Explican los cuatro líderes que, si no se les vota a ellos se abrirá paso a los cuatro jinetes del apocalipsis que asolaran el país. De los cuatro jinetes del apocalipsis sabemos por el último libro de la Biblia, que el caballo negro irá montado por un jinete que traerá el hambre, otro en un caballo rojo, que traerá la guerra, otro el del caballo bayo, la muerte y quien cabalgará en el caballo blanco -el de la esperanza-, se lo disputan Sánchez, Iglesias, Casado y Rivera, ellos dicen traerán la solución a los problemas del país. Fuera de sus respectivas pretensiones, según explican, España no tiene salvación posible. Esta salida de la parálisis política desde su liderazgo es pueril, está demostrado que, incluso sin gobierno, este maltratado país, mal que bien, sigue marchando, sin hambre, sin guerra, sin muertes.

Además de ser poco serios estos pretenciosos planteamientos tienen escasa credibilidad. San Cipriano de Cartago y la Iglesia, en el siglo III, dejaron claro ante el mundo cristiano algo parecido, decían que fuera de la Iglesia no había salvación posible -" extra ecclesiam nulla salus"-. Esta visión, patrística, de San Cipriano tenía su sentido en un momento histórico en el que la expansión del cristianismo iba acompañada de algunos dogmas de fe -era una cuestión de fe y de esperanza-, hoy en una democracia asentada como es la española, en la que la libertad debe primar sobre cualquier otra cuestión, la pretensión, dogmática y excluyente, de unos líderes políticos de que el país fuera de su partido "no tiene salvación posible" resulta entre insultante e irrisoria para una ciudadanía que ha perdido la fe.

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