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JOrge Dezcallar

Juego de tronos

Ese que le gusta a Pablo Iglesias y que le regaló al rey. Se ve que este hombre aún cree que por ahí hay dragones sobre los que cabalgar y que el poder es una lucha descarnada de todos contra todos al margen de la moral y de los principios. En la serie todo vale para sentarse en el Trono de Hierro, que en la mentalidad del señor Iglesias parece de ser un asiento en el Consejo de Ministros desde donde imponer sus políticas populistas.

El otro interlocutor, Pedro Sánchez, quiere seguir gobernando y hacerlo como un favor a los españoles, por su cara bonita y sin dar nada a cambio. O yo o las cuartas elecciones en cuatro años, viene a decir, sin importarle que no sea para eso que los españoles le dimos mayoría al PSOE. Sánchez e Iglesias no parecen haber discutido en ningún momento sobre un programa de gobierno "progresista", como no se cansan de repetir, sino que se han limitado a una lucha descarnada por el poder. Y en esto le doy la razón a Sánchez, porque una participación en el gobierno sin un previo acuerdo programático sobre objetivos es la receta para un desastre garantizado, como lo sería un simple voto para la investidura. Los españoles queremos tener un gobierno, pero no queremos dos aunque sea por el mismo precio. Porque entonces sí que las elecciones estarían garantizadas a muy corto plazo por mucho que Iglesias trate de engañar vistiéndose con el hábito de humilde franciscano que blande la misma Constitución que pone en solfa si se le pregunta por la Corona o por el "derecho a decidir" en Cataluña. Carece de credibilidad y eso en política tiene un precio muy alto. Como Sánchez lo sabe, le apretará hasta el final mientras afirma píamente que de sus tratos no deben resultar ni vencedores ni vencidos. No se lo cree ni él.

Que la izquierda esté dando un penoso espectáculo no exime de culpa a la derecha, también más centrada en sus intereses partidistas que en facilitar la estabilidad que el país necesita en vísperas de la sentencia del procès, del Brexit ¿salvaje? al que quiere abocarnos Boris Johnson, y de la desaceleración económica (si no es algo peor) que nos espera en 2020. Ciudadanos está tan desdibujado que no se le reconoce. De un partido liberal con capacidad para entenderse con la derecha y con la izquierda, se ha deslizado a disputarle la derecha a un PP que quedó noqueado en mayo y que no tiene escrúpulos para entenderse con Vox. La única estratégica de los conservadores parece ser la de echar al PSOE en brazos de los independentistas para luego santiguarse escandalizados y decir que ya lo veían venir y que Sánchez no es de fiar. O sea, cuanto peor, mejor. La derecha, con un poco de inteligencia, podría apoyar una investidura y gobierno posterior de Sánchez, dando estabilidad al país, a cambio de un acuerdo sobre algunos asuntos importantes (Cataluña, pensiones, empleo...) a los que el PSOE no pudiera negarse y que gozaran de amplio respaldo popular. Pero eso es seguramente como pedir peras al olmo.

Pero el que todos merezcan un suspenso cum laude no quita que el principal culpable sea Pedro Sánchez, que en cuatro largos meses no ha sido capaz de ofrecer una negociación política seria a los demás partidos y se ha limitado a no hacer nada, a irse de vacaciones, a hacer el paripé de reunirse con organizaciones sociales, y a poner finalmente sobre la mesa 300 medidas para un "gobierno progresista" en un brindis al sol que a nadie engaña. Eso no es negociar, eso es un trágala, eso es o yo o el diluvio.

Da la sensación de que aquí todos los partidos están aún muy verdes, que solo entienden el bipartidismo y las mayorías absolutas, que no saben que negociar no es imponer sino que implica ceder en algo para ganar en algo diferente y que hay que modular los propios objetivos para que resulten aceptables para los otros, que la idea de un pacto sobre un programa les suena a chino y que, en definitiva, nos falta todavía tradición democrática para comprender sus mecanismos de funcionamiento.

Siéntense, señores, pongan ideas sobre la mesa, negocien y explíquennos sobre qué ha habido acuerdo y sobre qué no lo ha habido. Y por qué. Porque ni damos cheques en blanco ni queremos comulgar con ruedas de molino. Lo que los votantes exigimos a los que hemos elegido el pasado mes de abril es que nos resuelvan el problema y formen el gobierno que esta España paralizada desde hace años necesita como agua de mayo (piensen en la financiación autonómica, sin ir más lejos), porque llevarnos a otras elecciones es no hacer el trabajo que les hemos encomendado y devolvernos a nosotros la papeleta. Y si lo hacen deben saber que nos sentiremos estafados por tanto egoísmo, tanta soberbia y tanta incompetencia.

En el Cónclave de Viterbo, que duró desde 1268 a 1271, los cardenales no se ponían de acuerdo para elegir Papa y los habitantes del pueblo, hartos de darles de comer gratis, les limitaron las raciones y acabaron quitando el techo al edificio donde se reunían "para que así entrara el espíritu santo con más facilidad". Hambrientos y con frío, los cardenales se pusieron por fin las pilas y eligieron a Gregorio X. No es mala idea. Yo empezaría por hacerles devolver el sueldo que reciben como diputados. Porque no se lo merecen.

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