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Matías Vallés

El PSOE perdió las elecciones

el PSOE no considera a Podemos digno de un asiento ministerial en La Moncloa, aunque apunta a que le otorgaría gustoso la concesión de los bares del palacio o el Consejo de Seguridad Nuclear iraní. Cinco meses y 370 medidas después de las elecciones de abril, los socialistas se declaran incapaces de administrar la mayor ventaja que puede garantizar el bipartidismo ampliado vigente. Sánchez presume de haberse desembarazado de Iglesias, a quien Ábalos consideraba el lunes un líder "como cualquier otro". La generosidad no fue nunca un rasgo sobresaliente de los ministros que deben su cargo a una moción de censura, votada sin rechistar por 71 diputados de Podemos.

El PSOE tiene todo el derecho a entusiasmarse con una nuevas elecciones, porque los comicios no se repiten, que se traducirán en una distribución de escaños similar a la actual. Sin embargo, la abdicación socialista de la actual legislatura obliga a concluir que Sánchez perdió los comicios de abril. Los aprendices de marxista refrescan a menudo al Gramsci de "el viejo mundo está muriendo, y el nuevo mundo se debate para nacer". En esta indefinición que define al socialismo español actual con notable fidelidad, se olvida la última parte de la cita, expuesta como conclusión. "Ahora es el tiempo de los monstruos".

Los socialistas han despreciado con su espumosa hiperactividad un marcador vertiginoso. Se proclamaron la fuerza más votada, que no victoriosa. Esta limitación se corrige al observar que doblaban prácticamente al partido número dos. Solo un diputado podía presentarse en condiciones a presidir el Gobierno, y así se reconoció por unanimidad desde la misma noche del recuento. Por si esto fuera poco, el PSOE y otras izquierdas arrinconaron a las huestes conservadoras. Pablo Casado se frenaba a la mitad de los resultados más pobres de su partido. Solo quedaba estampar la firma en el BOE.

Los resultados de Casado son tan medrosos que su sola enumeración supondría una condena por injurias de los jueces que sancionan a Jiménez Losantos por maltratar a la libertad de expresión, sin saltarse sus dilatados límites. La continuidad del presidente de los populares en su cargo es el segundo mayor escándalo de la esmirriada legislatura. Pues bien, el PSOE conforta a sus gemelos bipartidistas anulando de hecho la catástrofe sin paliativos de la derecha española. Menudo regalo, el PP no lo haría. Equivale a la abstención socialista en la investidura de Rajoy en 2016.

Si el PP hundido y envenenado por la corrupción logra una nueva convocatoria electoral, podrá presumir del mayor éxito de su historia política y carcelaria. El enunciado que afirma que el PSOE perdió las elecciones suena radical, hasta que se analiza su contrario. Si el 28 de abril vencieron los socialistas, según se encargan de repetir sus dignatarios a la mínima oportunidad, ¿por qué no gobiernan, salvo que el famoso diputado diputado cántabro multiplique su voto por cien? Bill Clinton, "la política consiste en gobernar".

El PSOE insiste en no gobernar y el PP redime en tabla rasa sus famélicos 66 diputados, por lo que es superfluo detallar quién ganó las últimas elecciones al anularlas. Scott Fitzgerald presumía de que "no hay segundos actos en las vidas de los estadounidenses", pero se refería obviamente a los perdedores. Sánchez es un ganador que reniega de su resultado y quiere volver a apostar, un electópata. Su biografía consiste en un rosario de segundas oportunidades, pero en su soberbia se está alejando peligrosamente del veredicto de los votantes.

En las sucesivas declaraciones de Sánchez para confirmar la ausencia de avances, solo se le advierte determinación al denigrar a Podemos y al barajar la convocatoria de noviembre. Por lo menos, no peca de la ingenuidad de imaginar que el PP va a devolverle en una abstención la moneda de su entrega a Rajoy en el 155 y aledaños. Un observador concluiría que el presidente en funciones es un mago de las campañas electorales, que despliega sus artes seductoras y en dos semanas cosecha votos inesperados. Tentador, pero falso.

Puede cuestionarse que el PSOE haya perdido las elecciones, pero no cabe duda de que Sánchez perdió la campaña electoral previa. Los sondeos que detectaron homogéneamente su primer puesto le ofrecían rentas superiores a la finalmente coronada. Si se frenó en 123 en lugar de aproximarse a los 140, se debe a su pasividad lacerante en los debates televisivos del lunes y martes de la semana de autos, cuando los restantes candidatos lo aporrearon dialécticamente. Sus entrevistas a medios nacionales de la recta final no le ganaron ni un voto. Se halla en la mejor situación al alcance de su fragilidad. Por lo visto, prefiere la instauración del Caos calmo que Nanni Moretti transformó en película magistral. O tal vez el PSOE ha desarrollado un sentido muy imperfecto del ridículo.

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