Diario de Mallorca

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Lluís Abbou

Feliz año nuevo

Hay algunos hábitos de la escuela que han arraigado en mí y que no tienen pinta de desaparecer por muchos años que cumpla: siempre estoy listo para almorzar alrededor de la 1 en punto y para que la jornada laboral termine a las 5 de la tarde, las cosas siempre son mejores si son prohibidas y, la importante, el año siempre comenzará la primera semana de septiembre.

Así que hoy, día 1, estoy en la primera página del calendario. Estoy comprando bolis nuevos. Estoy guardando los bañadores en el fondo del armario. Me gusta el verano (aunque prefiero el invierno), me gusta nadar en el océano (no en la playa), me gusta sólo ir con los vaqueros, una camiseta y las alpargatas y me gusta la alegría comunitaria de la vida al aire libre pero siempre me siento aliviado de ver septiembre acercarse. El verano es como ese viejo amigo que viene de visita del extranjero, bebe todo el vodka de su congelador, invita a gente a su piso sin preguntarle y lo obliga a salir a comer comida cara todas las noches de su estadía. Me despido del bochorno sabiendo que, a pesar de haberme hecho pasar un buen momento, no podría manejarlo todos los meses del año.

Y todas esas barbacoas... Oh, qué contento estoy por no tener que ir a otra parrillada durante, al menos, nueve meses. Alégrese: ya no tendremos que fingir que cinco salchichas, dos hamburguesas y diez langostinos pelados colocados en brochetas son una cena normal. Ya no tendremos que ser la audiencia reacia al monólogo sincero de un pesado y no tendremos que darnos tres duchas para quitarnos el olor a carne carbonizada de nuestro cabello.

Terrazas, ¡como molan! Qué bien estar al ¿fresquito? cuando cae la noche. Sobre todo cuando te tocan debajo de casa y tienes a un grupo de música metido en tu salón en el mejor de los casos o en tu cama en el peor. Del tono de la voz cuando nos venimos arriba con las copas, mejor ni hablamos.

¿Y hay algo peor que la tv de verano? Refritos de programas y reposiciones de series de hace décadas. Odio los anuncios de televisión del verano. Siempre es gente en la playa, idealérrima, bailando y levantando sus copas al sol? aunque soy muy fan de los anuncios de los repelentes de mosquitos, ¡como la vida misma! Esta es la semana en la que vuelve la televisión de verdad y cuando se vuelven a publicar buenos libros y se empiezan a estrenar películas por las que vale la pena pagar una entrada.

Esta es la semana que planifico viajes que tal vez jamás ocurran, me planteo metas inalcanzables y hago listas interminables. Es la semana en que escribo las cosas que quiero comenzar a hacer (conducir, meditar, cocinar, Infinite Jest y fingir interés conversacional en cosas que no me interesan), las que quiero continuar haciendo (reducción social, una buen rutina de lavandería y de lectura) y las cosas de las que quiero deshacerme (redes sociales, algunos concidos, videos en YouTube que no me aportan nada, calcular neuróticamente cuántos días me quedan para vivir si muero a los 85 y resacas entre semana).

Esta es la semana del cambio estacional y del cambio radical. Una caída de temperatura y una nivelación del temperamento; optimismo; cierre de escotillas; el despliegue de viejos puentes y la apertura de nuevos cuadernos. Es la semana, tomando prestada una línea de You Got Mail de Nora Ephron, en la que "te enviaría un ramo de lápices recién afilados". A todos y cada uno de ustedes. Es la semana en que todos podemos comenzar de nuevo. Feliz año nuevo.

P.D.: Ya vuelvo a escribir desde Londres.

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