Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Norberto Alcover

'Open Arms': ética y ley

Durante décadas, sobre todo en la segunda parte del siglo XX, la relación entre imperativos éticos y realidades legales se puso sobre el tapete en razón, nada menos, del protagonismo reclamado para la conciencia personal en todas las áreas de la vida. La polémica surgió de manera imperativa en los campos de exterminio nazi, organizados según una legislación perfectamente urdida y enfrentados a la conciencia maltratada de ciudadanos alemanes y extranjeros que, tal vez en silencio, estaban al tanto de lo que sucedía. Pero después llegó Vietnam. Y las masacres en Yugoslavia. Y la violencia ejercida sobre los ciudadanos negros en Norteamérica. Y el odio al pobre. Y, en fin, el fenómeno de la inmigración, con las pateras y semejantes en el Mediterráneo. Y esas fotografías que nos conmocionan, pero casi nunca nos implican.

En esta situación, que una vez más, nos golpea la conciencia, aparece como icono de nuestra responsabilidad (probablemente culpabilidad, palabra nada de moda), un barco emblemático que navega con pabellón español, el Open Arms. Cuyo capitán, Marc Reig, de rostro fatigado y palabras más de exigencia ética que amenaza, permanece al timón de navío con un montón de náufragos/inmigrantes a bordo en búsqueda de un puerto en donde poder reposar? para que no mueran en el mar. Así de sencillo. Y resulta que los países relacionados con tal situación, sobre todo España, Italia y Malta, elaboran leyes para impedir el desembarco de esas personas (como ud. y como yo) en sus costas. La ley se impone a la ética, la conciencia se deja invadir por el egoísmo. Pero es que, además, nuestra responsabilidad individual y ciudadana la diluimos en el Estado/Gobierno, como si de esta manera estuviera solucionada nuestra situación. Cuando no es verdad. Porque la conciencia personal no puede abdicar de su ética última, aunque la legislación obligue con claridad. Y en este caso, obrar aceptando responsabilidades. Que Marc Reig acabará encajando.

Está claro que la tensión entre la ética y ley es una realidad imposible de evitar, y de no fácil solución en cada caso. Pienso que las civilizaciones y culturas los seres humanos conforman sus conciencias. Los estados y sus relativos gobiernos, después, intentan conseguir el bien común, y lo hacen en forma de legislación, primero constitucional y después en legislaciones concretas. No se trata, entonces de un "pragmatismo relativista" en esta materia, de forma que cada persona/ciudadano componga su subjetiva respuesta al conflicto entre ética y ley. Antes bien que, en conciencia/responsabilidad y con suficiente conocimiento de causa, se lleve a cabo un discernimiento sereno para intentar que mi conciencia encuentre sentido a la ley y actúe en consecuencia, o, por el contrario, de prioridad a mis valores éticos y, a su vez, acepte las consecuencias punitivas de la ley. Este es el juego, sabiendo que estas situaciones crean jurisprudencia y abren futuros casi siempre impensados. Ahora bien, la opinión pública tiene todo el derecho, y pienso que también toda la obligatoriedad, de manifestar su punto de vista al respecto, comenzando por los parlamentarios y grupos políticos. Lo que resulta del todo inadmisible es dejar al valiente capitán del Open Arms casi en solitario y en medio del mar, mientras sus compañeros de viaje agonizan en cubierta.

Lo más doloroso (para ser discreto) de este feroz asunto, es la frase pronunciada por uno de los hombres más fuertes del socialismo español, José Luis Ábalos, en respuesta a una pregunta sobre la situación descrita: "Me molestan los abanderados de la humanidad que no tienen que tomar nunca una decisión". En primer lugar, juega con una falsa verdad: El capitán del Open Arms tomó en su momento una gravísima decisión, que ratifica diariamente. Es el señor Ábalos quien tiene la obligación urgente de tomar las decisiones oportunas para salvar a cada náufrago. Reunirse con quien sea necesario para salvaguardar el derecho a la vida, que es algo prioritario a cualquier legislación posible. Y por supuesto, poner a la UE contra la pared a la hora de cargar con las urgencias económicas y humanas que permiten solucionar el problemón que se nos ha echado encima.

La historia nos ha enseñado que, en materia de inmigraciones y de emigraciones, todo acaba por resolverse con acogimiento humanitario o con rechazo aniquilante. No hay término medio. Uno, como español, desearía que nuestro Gobierno hiciera todo lo imposible para salvar vidas, desde el permanente conflicto entre ética y ley. Nada fácil.

Compartir el artículo

stats