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Antonio Papell

Madrid, por sus fueros

Tras veinticuatro años ininterrumpidos de gobiernos populares en Madrid —en junio de 1995, Alberto Ruiz-Gallardón se hacía con el gobierno regional, que recibía de manos del socialista Joaquín Leguina—, de nuevo el PP ha conseguido tras las elecciones del 26-M mantenerse al frente de la institución autonómica capitalina, a pesar de no haber ganado las elecciones —el socialista Gabilondo ha obtenido 37 escaños por 30 la popular Díaz Ayuso— y de que la Justicia está avanzando en el esclarecimiento de unas tramas de corrupción que ya han conducido a la cárcel a Ignacio González (ex número dos de Aguirre, expresidente de la Comunidad él mismo entre 2012 y 2015) y a Francisco Granados (exconsejero de Presidencia, ex secretario general del PP madrileño), y que han llevado a la fiscalía a solicitar el procesamiento de las expresidentas Esperanza Aguirre (al frente de la CAM entre 2003 y 2012) y Cristina Cifuentes (2015-2018), que tuvo que dimitir por falsificar su currículum y por haber protagonizado un caso de cleptomanía. El despropósito popular concluye con la marcha del sucesor de Cifuentes, Garrido, a Ciudadanos, después de que Casado no le aceptara como candidato a la CAM, lo que, al margen de retratar la catadura moral del personaje, podría llevar a la pintoresca situación de que Garrido acabara siendo consejero a las órdenes de quien le desplazó del liderazgo del grupo popular en el parlamento regional.

En el momento actual esta abierto el caso 'Púnica', de financiación ilegal del PP, encabezado por Granados (quien da nombre al caso), con docenas de implicados; asimismo, hay otros cuatro casos abiertos ('Gürtel', 'Lezo', 'Espías' y 'Ciudad de la Justicia'), que, contemplados en su conjunto, constituyen una historia de horror en que la falta de escrúpulos es la norma. O la dejación de responsabilidad, como es el caso de Esperanza Aguirre, cuya integridad personal nadie discute pero que, sin embargo, ha adquirido una inmensa responsabilidad in vigilando al no advertir que a su alrededor se estaban cometiendo tropelías de gran calado que enriquecían a sus más directos colaboradores, sin que ella advirtiera ningún síntoma sospechoso. La nueva presidenta de la CAM, Díaz Ayuso, no tuvo participación directa en estos episodios pero fue colaboradora íntima de Aguirre —aunque ahora se distancie—, de quien llegó a ser community manager, vivió en este ambiente de podredumbre y, por añadidura, deberá aclarar algunos episodios oscuros como el caso de Avalmadrid, unas acusaciones de alzamiento de bienes y el impago de determinado IBI. Su presencia al frente de la CAM es cualquier cosa menos regeneración y renovación.

Pues bien: en estas circunstancias, Ciudadanos, que decía que su misión era regenerar la política española, primero, y liderar la derecha, después, ha apoyado con fervor la candidatura de Ayuso, tragando incluso la compañía ingrata de VOX, sin cuyos votos la operación no saldría. En Andalucía, Ciudadanos se alineó con el PP (y también con VOX) frente al PSOE porque tras tanto tiempo de poder socialista y los conocidos escándalos de corrupción, con el de los EREs en primer lugar, la regeneración y la renovación eran necesarias por encima de todo. En Madrid, como en Castilla-León, esta regla no vale. Todo lo cual, lejos de aproximar a Ciudadanos al liderazgo de la derecha, ha servido para consolidar a Casado al frente del PP: su pésimo resultado el 28-A se ha disimulado gracias a los favores de Ciudadanos, que han permitido al nuevo líder popular conseguir un significativo poder territorial. Ciudadanos, en cambio, que está desapareciendo precipitadamente de Cataluña, camina con paso firme hacia la irrelevancia, reducido a muleta redundante de la 'derecha verdadera'.

Todo este espectáculo, encabezado por la bisoñez de Ayuso, no es en absoluto edificante, y aunque Casado recupera oxígeno con esta conquista, él mismo es sin duda consciente de que pisa terreno minado y así lo ha demostrado al no acudir a arropar a su candidata. El electorado de este país se fija últimamente más en la calidad que en la cantidad, y no parece que la CAM vaya a aportar en el próximo futuro grandes dosis de prestigio al Partido Popular.

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