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Francina Armengol y la conselleria de Cultura

Sucedió hace justo un año. Una obra de Richard Long titulada Five paths se trasladó al Museo de Es Baluard. Hasta entonces, estaba siendo destruida día tras día en su anterior ubicación en el Parc de ses Estacions. No sé si Francina Armengol era plenamente consciente de que Richard Long está considerado como uno de los diez escultores más importantes del Mundo pero escuchó los requerimientos que yo y otros tanto le remitimos sobre aquel disparate. Este artículo pretende exactamente lo mismo porque se ha anunciado que en el próximo Govern de Francina Armengol se suprimirá la conselleria de Cultura.

La cultura ha sido siempre un signo de identidad de la socialdemocracia europea, con rango ministerial allá donde gobierna: Eslovenia, Finlandia, Grecia o Portugal€

Si el PSIB-PSOE atribuyese a la cultura el potencial de transformación social que sin duda tiene, no habría cedido esta consellería a los otros partidos que formaron la coalición en los Governs anteriores. No existe otro factor más igualitario que el de que los poderes públicos propicien el acceso a la cultura.

Hablo de cultura en todos sus sentidos para que alcance una dimensión inclusiva y universal. No puede limitarse a un mecanismo de captación de votos a través de pretendidos artistas y agentes afines a la cuerda del conseller de turno. Eso no es cultura, es otra cosa.

La música, la literatura, las artes escénicas y las plásticas, etc. no han sido tratadas por el Govern como el instrumento cultural que son.

Claramente merecen una conselleria propia y un titular que no las perciba como un medio exclusivamente político y electoral. Son mucho más. Otras consellerias pueden estar en manos de políticos avezados; la de cultura exige de alguien conocedor del medio y apasionado de su magnitud. La frustrada proposición ministerial de Pedro Sánchez a Antonio Muñoz Molina muestra el camino, tanto como la designación de Luis García Montero como director del Instituto Cervantes.

El perfil del conseller de Cultura no tiene que confundirse con el de un activista ecológico o medioambiental, tampoco puede ponerse en manos de alguien de formación marcadamente localista porque la cultura ha de ser universal, anclada en la realidad del lugar donde se despliegue, pero universal. No me cabe duda de que el PSIB dispone de jóvenes miembros, activos y cultos, capaces de dotar a la conselleria de un alcance ambicioso e integrador que opere como el factor igualitario que realmente es.

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