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Ante el umbral del transhumanismo

Merece la pena levantar la vista de la pegajosa actualidad, porque los árboles del día a día pueden impedirnos ver el bosque del transhumanismo (es decir, el hecho de que el Homo sapiens se esté transformando a sí mismo en un modelo mejor, más inteligente y en mejores condiciones, un ser superior...). Es una ideología que despunta, casi como religión, en estos tiempos posmodernos y globales del siglo XXI. Según el transhumanismo, estamos siendo testigos de un hito sin precedentes en la evolución humana, en la conciencia e incluso en la propia vida tal y como la conocemos desde hace 4.000 millones años. Tiene toda la pinta de ser la visión que más permea en estos momentos el paradigma de pensamiento hegemónico.

Como toda religión tiene que tener su profeta y, en este caso, podría ser Yuval Noah Harari. En su revelador ensayo Sapiens Debate, 2015), este historiador explica que estamos ante la aparición de la única fuerza de la creación capaz de mejorarse a sí misma con diseño inteligente trascendiendo la evolución natural, y somos nosotros, los homo sapiens.

La explicación que hace Harari sobre nuestra evolución en su obra es sobrecogedora y huele a certera. Muy pocos aspectos trascendentales de la realidad escapan al escrutinio que hace este autor de la revolución cognitiva que sufrió el homo sapiens hace aproximadamente 70.000 años y que nos ha traído al presente.

La obra de este historiador engancha, deslumbra y abofetea a partes iguales porque presenta en su ensayo una distopía muy bien argumentada, que se percibe como inevitable. Concluye que en el futuro próximo la realización individual será solo accesible para los ricos. Llegaremos a ser suprahumanos ("proyecto Gilgamesh"), explica, pero no todos. El acceso al homo sapiens 4.0, el individuo mejorado con habilidades y poderes aumentados y actualizables, solo estará al alcance de los ricos. Dicho de otra manera, la evolución futura de la humanidad está en manos de los que pueden hacer turismo en la Estación Espacial Internacional. El resto, seguiremos siendo ladrillos del inmenso muro.

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