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Antonio Papell

La falacia del pacto secreto

El director del principal periódico catalán tuvo que reprender al líder del Partido Popular este domingo por su insistencia en referirse al fabuloso 'pacto secreto' entre el PSOE de Pedro Sánchez y los independentistas. En fechas recientes, Casado ya mencionó falsariamente varias veces que Sánchez había negociado en Pedralbes con los soberanistas la independencia de Cataluña (en referencia a aquella tormentosa e infecunda reunión con Torra el 20 de diciembre pasado, en la que este le entregó un inaceptable listado de exigencias); después -ha escrito Màrius Carol- se ha pasado los últimos días proclamando que "Pedro Sánchez cedía ante los independentistas y que proponer a Iceta para el Senado era un gesto más para contentarles. Cuando al final ERC y JxC han votado en contra para que tuviera escaño en el Senado, no tan sólo no ha reconocido su error, sino que ha buscado otros argumentos para defender su teoría. En este caso, ha aprovechado la constitución de las Cortes del martes no sólo para comparar a Junqueras con Tejero, sino también para advertir que será un escarnio ver a un preso preventivo ir a la sesión para humillar la legislación española, sin que los socialistas hagan nada para evitarlo. Como si no fuera la democracia quien permite que Junqueras, Sánchez, Turull o Rull asistan al Congreso para tomar posesión?".

Ahora, cuando ha quedado atrás la fallida pretensión socialista de situar a Iceta en la presidencia del Senado, lo que hubiera resultado un magnífico primer paso para desbloquear el conflicto y hacer de la Cámara Alta una fecunda 'cámara de representación territorial' como manda el art. 69.1 de la Constitución, tanto Casado -en Mérida y otras plazas- como Rivera han criticado el nombramiento de dos catalanes para presidir Congreso y Senado y han mantenido la tesis de que los socialistas y los soberanistas están haciendo teatro para camuflar un pérfido acuerdo subterráneo que conduciría inequívocamente a la secesión de Cataluña, facilitada generosamente por el PSC con el beneplácito del PSOE.

Parece que algunos de nuestros políticos, tras un rejuvenecimiento generacional que en principio debería resultar saludable e iluminador, no han terminado de interiorizar que ya el electorado, de forma muy contundente, se negó el 28 de abril a aceptar tanto las fabulaciones de esta índole cuanto las propuestas tremendas de suspender radica e inmotivadamente la autonomía catalana y laminar incluso el estado autonómico, desfigurando así el espíritu constitucional por el lado opuesto al que le atacan los secesionistas. La tesis manejada por los líderes del PP y de Ciudadanos según la cual Pedro Sánchez es "un peligroso agitador de la España plurinacional cuya misión en la vida es reventar el artículo 2 de la Carta Magna" (la frase es del periodista Antonio Casado), ha sido rebatida por mendaz por una ciudadanía que apoya mayoritariamente la idea de que la solución del conflicto catalán, tan engorroso, habrá de seguir buscándose pacientemente por la vía de la negociación, dentro del marco constitucional y sin poder fiarse de unas formaciones que ya han violentado gravemente la legalidad constitucional y no han asegurado con la rotundidad necesaria que no van a volver a hacerlo porque han abandonado el unilateralismo.

Es muy probable que Casado y Rivera insistan pertinazmente en la denuncia del pacto imaginario, de la felonía inexistente, para no tener que responder al embarazoso requerimiento de apoyo que les formula el PSOE para que pueda llevarse a cabo la investidura de Sánchez sin recurrir a los independentistas catalanes. ¿Con qué argumentos se podrá justificar ahora la negativa a tal respaldo cuando en 2016 tanto el PP como Ciudadanos se beneficiaron de la crisis interna del PSOE para aceptar los votos de una fracción del socialismo con objeto de investir a Rajoy? El envite de las dos formaciones de la derecha democrática es peligroso porque, si esta vez hubiera nuevas elecciones tras el fracaso de la investidura, todo indica que los no colaboracionistas pagarían cara la aventura, ya que el electorado les pediría cuentas con severidad por estas derivas populistas que orillan el interés general y hastían a la gente corriente, harta de tanto tiempo de inestabilidad política.

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