Un periódico ha reflexionado en voz alta sobre el hecho conocido pero olvidado de que no es la primera vez que Inglaterra rompe con Europa continental en los tiempos relativamente recientes. En el siglo XVI, hace quinientos años, Enrique VIII rompió radicalmente con Roma. El motivo era la negativa del papado a disolver su matrimonio con Catalina de Aragón para casarse con Ana Bolena. El británico puso en marcha una gran campaña publicitaria encaminada a lograr "la recuperación de la soberanía" y "el control de nuestras leyes, nuestras fronteras y nuestro dinero". Como ahora, los brexiters de entonces consideraban inaceptable la supeditación a los tribunales europeos y la contribución a los presupuestos de la Unión Europea? "Con Enrique VIII y la Reforma „ha escrito Rafael Ramos„ nació la teoría de la 'excepcionalidad inglesa', de que Inglaterra es diferente y mejor que los países del continente, una convicción que eventualmente desembocó en la expansión colonial, la construcción del imperio y la creación de una identidad como potencia mercantil". Aquel primer Brexit estuvo financiado por la expropiación de los monasterios y las tierras de la iglesia (la cuarta parte del total del país).
Sucede sin embargo que May no dispondrá de los recursos de antaño para hacer florecer de nuevo el imperio. Más bien podría decirse que prescindir del gran mercado europeo, que fiarlo todo al remoto amigo americano (con el proteccionista Trump al frente) y que fiar la grandeur al recuerdo del extinto imperio constituye una especie de suicidio inconsciente que puede sumir a los británicos en la peor etapa que puedan imaginar. Los tiempos han cambiado y hoy la globalización parece avanzar en dirección contraria a la que ha emprendido Londres hacia el abismo y la soledad.
