Diario de Mallorca

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José Francisco Conrado de Villalonga

Sobre la ambición y la dejación

En una conversación sobre el futuro que ya está aquí, en la que había gente comparativamente joven, se puso en evidencia que aquel grupo de jóvenes carecía de ambición, en cualquier orden de su existencia, especialmente en todo a lo relacionado a un proyecto de vida y por supuesto en cuanto a la actividad profesional. Faltaban anhelos por alcanzar cualquier objetivo, siempre que eso supusiera algún esfuerzo, daban la impresión de estar inmersos en un emasculante conformismo que impedía su desarrollo, su crecimiento personal. Ciertamente existen corrientes de pensamiento que condenan la ambición por considerarla nociva para la persona, pero también hay otras que la exaltan. Para estas líneas de pensamiento la ambición tendría una doble cara, podría ser una tanto una virtud como un defecto. Poseer ambición es tener deseo de mejorar, de crecer, progresar, invita a abandonar el conformismo y la mediocridad, actúa como impulsora de la acción para desarrollar proyectos de vida y de profesión, la ambición es lo que motiva cada día a superarse y llegar más lejos, con determinación, esfuerzo, dedicación. La ambición sana y bien entendida, ayuda a vencer obstáculos, adversidades, temores, y a lograr objetivos en beneficio propio y también de los demás. Una ambición desmedida, el pretender más y más, sin límites razonables, podría tratarse, desde el punto de vista psicológico, de una idea obsesiva, de un trastorno perjudicial para el individuo.

Hemos de reconocer que la educación actual conduce, precisamente, a apartar la ambición en cualquier planteamiento vital, a no procurar nada más que lo necesario, a aceptar la realidad tal como es, conformarse con lo que se tiene o lo que puede llegar, por supuesto, sin haberlo luchado, eso es resignación. En un aula universitaria se preguntó a los alumnos que cuantos de ellos, al finalizar sus estudios, querrían ser funcionarios, el ochenta por ciento levantó la mano. También es cierto que en muchas empresas hay empleados cuya aspiración es prejubilarse, ¡qué pena! En la sociedad española actual se estigmatiza la ambición, se la desacredita y se la equipara a la codicia. La falta de confianza en uno mismo convierte a la gente en conformista, a quedarse con lo que la vida les ha regalado y a no intentar ir más allá. Actitudes conformistas solo conducen a alimentar la inseguridad y a rechazar el esfuerzo. Revelar ambición para lograr algo, puede acabar siendo afeado y ridiculizado con lo que quien lo declara termina avergonzándose de haber expresado esa inquietud. En este país, hoy, está mal vista la ambición, cuando sin ella no sería posible haber logrado ninguno de los avances de los que hoy se disfruta. La falta de ambición se nota, en el ambiente, pleno de mediocridad, gris y apático. El retroceso está asegurado.

Si consultamos el diccionario de la lengua castellana, de la Real Academia española, veremos que ya se define la ambición en sentido negativo, "deseo de obtener poder, riquezas o fama", cuando no tiene por qué ser así, mientras que si tomamos cualquiera de los que existen de lengua inglesa, en Estados Unidos -donde la mayor parte de jóvenes desearían mejorar su situación económica, ser profesionales independientes, o empresarios-, veremos que presentan dos acepciones para el mismo vocablo, "a desire to do things and be active", o también, "a strong desire for succes, achievement", ambas lo definen en sentido mayorativo, como un deseo de hacer cosas, de ser activo , de lograr el objetivo, el éxito. La significación que se le da en un país o en otro es diferente y aunque solo fuera por esto ya se evidenciaría un contraste entre estas dos formas de entender la vida, en uno se confiere reconocimiento a quien lucha por progresar y en el otro se descalifica el esfuerzo, la ilusión y el éxito. La ambición es una fuerza enorme que ayuda a tomar decisiones y a emprender, a hacer lo necesario e incluso lo difícil para conseguir algo, a salir de la zona de la comodidad, a esforzarse, a exigirse más. La divisa de los juegos olímpicos es "Citius, altius, fortius" (más rápido, más alto, más fuerte), esto es, más esfuerzo para lograr la excelencia, el triunfo, este moto debería de explicarse a la juventud. Johann Wolfgang von Goethe, el más grande hombre de las letras alemanas, poeta, dramaturgo y científico, dijo cuando fue preguntado sobre el tema, "la ambición y el amor son las únicas alas de las grandes acciones".

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