"A mí me gustaría tener un hijo como yo por tener padres como vosotros". Lo dijo Jesús Vidal, Marín, en 'Campeones', al recoger su premio Goya como mejor actor revelación. Lo dijo y entonces, como supongo que buena parte de quienes seguían la gala, me rompí. Por lo que hay detrás de esa frase, lo que esconde, y que sólo vemos si le damos la vuelta: mucha gente no querría tener un hijo como él. Como ellos. Crudo. Pero real. Algunos tirarán de buenismo impostado, de postureo social, y dirán que no es así. Pero no olvidemos que hasta no hace mucho había familias que enclaustraban en casa a los hijos que hoy, gracias al cine, a Guillermo Fesser y a DavidMarqués, hemos rebautizado como 'campeones'. Queremos hijos perfectos. De anuncio. Pero los hijos no somos perfectos. Venimos al mundo con nuestras taras. Nuestros traumas. Nuestros defectos. La diferencia es que a algunos no se nos nota. Tenemos más arte para disimularlo. O eso nos creemos. Las palabras de Jesús Vidal me rompieron como me rompí hace unos años, al escuchar a una 'campeona' afirmando, con una pasmosa entereza, que ahora, con las pruebas y los avances médicos disponibles, ella, posiblemente, no habría llegado a nacer. Quizás, quién sabe, su madre no se habría arriesgado a tener una hija como ella. Como Jesús Vidal. Esas madres y esos padres son los auténticos campeones.