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Por fin, un plan contra las pseudoterapias

Parece que, finalmente, los reprobables negocietes a costa de la salud se ponen en este país contra las cuerdas de cristalizar el llamado "Plan para la protección de la salud frente a las pseudoterapias", que presentaron el pasado 14 de noviembre el ministro Pedro Duque y la titular de Sanidad, María Carcedo.

Va siendo hora de dificultar, hasta donde sea posible, que creencias sin base empírica, es decir, faltas de demostración que las avale pero difundidas y potenciadas por razones varias, disminuyan los porcentajes de curación que procura el abordaje riguroso de la enfermedad, porque las ocurrencias de indocumentados no sólo pueden coexistir con tratamientos basados en la evidencia sino que en ocasiones los reemplazan, poniendo en riesgo la supervivencia, por motivos diversos, de desinformados, crédulos y por tanto inermes sujetos de manipulación.

Sin duda las dolencias, cualesquiera que éstas sean, estimulan en buena parte de los afectados/as actitudes compulsivas: la angustiosa búsqueda del remedio más rápido y eficaz contra la misma y, de no contar -y confiar- con la adecuada asesoría para una información veraz y objetiva (el lenguaje profesional peca de críptico en demasiadas ocasiones o no disfraza la realidad al gusto del receptor, a diferencia de lo que acostumbran a hacer los curanderos), los pacientes pueden ser el centro de una vorágine de falsedades de procedencias varias -amigos, parientes, redes sociales o charlatanes-, asumir esa reiterada cantilena (teoría de la conspiración) según la cual médicos e industria se han conchabado para hacer de la sanidad un negocio y, como resultado de todo o parte de lo anterior, simultanear o, lo que es más grave, sustituir los tratamientos de eficacia probada por otros sin refrendo alguno. En España se echan en falta amplios y periódicos estudios sociológicos al respecto aunque, según encuesta efectuada en 2016, más del 52% de la población cree en la utilidad de la homeopatía. En EE UU -y los resultados podrían ser siquiera parcialmente extrapolables-, dos tercios de los enfermos de cáncer han usado terapias alternativas en algún momento de su evolución y en ocasiones de modo sustitutorio (Journal of the Nat. Cancer Inst., 2017), lo que según dicha publicación multiplica por 2,5 el riesgo de muerte. Ese mismo año, la Sociedad Americana de Oncología apuntaba a que cuatro de cada diez individuos creen que los tumores cancerosos pueden curarse al margen de lo que llaman despreciativamente "Medicina ortodoxa", usando alguna de las engañifas que son también de uso frecuente por estos pagos.

Así, recientemente ha sido noticia la del campesino Pamiés y su MMS ("Solución Mineral Milagrosa"): lejía diluida contra el autismo y el ébola y que se suma a las ya conocidas "Dietas milagro"; o una homeopatía que con tanta dilución puede quedar en líquido sin una sola partícula "activa" a la que atribuir el supuesto efecto ("un disparate", como afirmara la British Medical Association en 2010 y contraria a la deontología, en palabras del Consejo General de Colegios Médicos); el estímulo de "energías positivas" a través del ajo o un cardo en el bolsillo, Reiki para desbloquear los chakras (?), los pabellones auriculares como receptores de las agujas dada su forma de feto invertido y de ahí la auriculoterapia o, por no seguir, la posibilidad de controlar las emociones negativas por el sencillo método de macerar y beberse el extracto obtenido de las "Flores de Bach" aunque, puestos a elegir, los habrá sin duda que prefieran las de Vivaldi o, si me apuran, las de Freddie Mercury tras ver la película Bohemian Rhapsody.

Frente a semejante cúmulo de opciones para fomentar una infundada esperanza cuando no la más evidente estupidez, bienvenido el plan citado al comienzo y que, pese a las dificultades para la consecución de los objetivos propuestos (entre otras lindezas, una directiva de la UE considera los productos homeopáticos como medicamentos), permite albergar cierta confianza en que la percepción social en su conjunto pueda, en los próximos años, conseguir mejores cimientos. Se pretende difundir información objetiva por lo que hace a la medicina científica y los dislates que pretenden suplantarla; eliminar las pseudoterapias de los centros sanitarios públicos; prohibir las titulaciones que se vienen exhibiendo como aval de las mismas y modificar adecuadamente la legislación para dificultar en lo posible, por vía judicial, tanto la aplicación de supuestos remedios sin respaldo objetivo como su publicidad engañosa y que fomenta su empleo en perjuicio de la salud y, en ocasiones, de la propia vida.

Por el momento, un haz de buenas intenciones como es habitual en los discursos políticos de toda laya aunque, por la trascendencia del tema, quepa esperar que en esta ocasión la iniciativa prospere y, pasado un tiempo, los estudios de opinión demuestren de una vez por todas que se ha querido, sabido y podido plantar una pica en Flandes frente a tanta memez.

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