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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

La fragmentación se instala en la derecha

Una extraña conjunción astral, potente, sin comparación con la que tan osada como ridículamente en su día enunció Bibiana Aído para general rechifla, está colocando al PSOE en la posición más envidiable del tablero político: la que le posibilita acampar en el centro extendiendo su campo gravitatorio tanto hacia la izquierda como, llegado el caso, acercarlo a la linde de la derecha. Además, solo él puede permitirse el intercambio de cartas credenciales con los nacionalistas catalanes y vascos. Las derechas absurdamente han renunciado a hacerlo en los inmediatos tiempos venideros. La fragmentación, que al surgir Podemos se daba por certificada en la izquierda, con el inevitable corolario de la inabordable hegemonía del PP, ha sido una ensoñación, disipada al rebufo de las tramas de corrupción que han asolado al PP y de la abrupta salida de Mariano Rajoy del tablero.

Es en la derecha donde la fragmentación ha cuajado, y de qué manera, hasta llegarse a lo que está aconteciendo: hostilidad abierta entre PP y Ciudadanos, a la que quiere incorporarse Vox, que trata de asentarse en el flanco más a la derecha para desesperación del PP, sabedor de que las consentidas perversiones de la Ley Electoral vigente, que tanto le han beneficiado, han mudado para pasar a barrenarle. Estamos ante una situación no prevista inicialmente: la quiebra del bipartidismo debía trabajar en beneficio del PP. Esa era la tesis de quienes nunca vislumbran lo que está por venir. Hasta la moción de censura Ciudadanos aparecía como el recambio renovador del PP: la derecha sustituyendo o complementando a la derecha. La sedicente renovación se daría en el ámbito del sistema. Precisando: en el del campo de la derecha, asistiendo el PSOE como mero espectador, lastrado por el colapso europeo de la socialdemocracia y por la fuerza de Podemos, tildado machaconamente de populista bolivariano de extrema izquierda. Perfecto escenario para el amplio mundo conservador. Las reformas preconizadas por Ciudadanos eran no solo asumibles, sino convenientes para embridar a la izquierda por mucho tiempo: el PSOE amortizado y Podemos arrojado a las tinieblas exteriores.

El proyecto se halla en vías de rotundo fracaso. No se calibró el impacto que la corrupción iba a tener en el antaño partido alfa de las derechas españolas; lo que es todavía más decisivo: no quiso verse la inmensa fuerza destructiva que acumula el contencioso catalán, capaz por sí mismo de romper los ejes de la constitucionalidad española armada en 1978.

Con la moción de censura, urdida con notable inteligencia, todo se ha puesto patas arriba: lo que debía ser la neutralización de las izquierdas ha mutado en impotencia de las derechas. El PSOE de Pedro Sánchez, que sigue siendo el PSOE de toda la vida, para desespero de la derecha, que lo quiere podemizado cuando lo que sucede es el progresivo tránsito de Podemos hacia los terrenos del PSOE, se ha visto instalado en la citada envidiable posición del mapa político. Está en condiciones de habitarlo durante mucho tiempo. Aguardemos al resultado que depararán las elecciones en Andalucía, pero puede preverse que el banquero que anunció la urgencia de un Podemos de derechas se topará con una desagradable sorpresa para sus publicitadas querencias. Lo que va a acontecer en el sur será, además de constatar que el PSOE sigue siendo inexpugnable, el recrudecimiento de la pugna PP-Ciudadanos. Qué harán uno y otro después del dos de diciembre. La senda escogida es destructiva: no suman los 176 diputados en el Congreso imprescindibles para gobernar. Las dos docenas largas de diputados nacionalistas no se entenderán con ellos. Solo pueden hacerlo con el PSOE: ahí está Pedro Sánchez esperándoles. El denominado centro izquierda se está imponiendo. Pablo Casado y Albert Rivera se afanan en neutralizar a las derechas. Menuda carambola la del PSOE.

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