Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Lo que no es interesante

A veces, en los clubs de lectura, cuando comentamos un libro o discutimos sobre algún asunto, y yo animo a la gente a que no tengan reparo en hablar de su vida, siempre hay alguien que suele levantar la mano con timidez. "Pero es que mi vida no es importante", dice esa persona, casi siempre una mujer de cierta edad. "¿Por qué?", pregunto. "Pues porque a mí no me ha pasado nada importante -me responden-. Yo he tenido una vida muy normal. No he hecho nada especial, no he hecho nada que llame la atención. No tengo nada que contar". "¿Qué es para usted lo importante?", pregunto entonces. Y en ese momento esas personas se encogen de hombros, miran avergonzados al suelo y se quedan calladas. Ya no saben qué responder. Y si alguien responde, su respuesta suele ser dubitativa: "No sé, viajar, ser famoso, salir en la televisión?"

Lo bueno del caso es que las personas que dicen esto han tenido una vida bastante larga, y que encima no ha sido una vida fácil ni especialmente agradable. Han trabajado como bestias, han tenido hijos -muchos o pocos-, o quizá no los han tenido cuando hubieran querido tenerlos. Y han tenido familiares, y han oído contar miles de historias -el pasado es inabarcable-, y han conocido a docenas de personas, cada una de ellas con una gran historia a cuestas aunque nadie hubiera sabido verla o ni ellos mismos fueran conscientes de tenerla. Y eso por no hablar de que han visto morir a sus padres y abuelos, y los han cuidado en sus últimos años, y han visto cómo se despedían de este mundo, en algunos casos con estoicismo, en otros con rabia, en otros con una sórdida desesperación. Y si han tenido hijos, los han visto crecer, irse de su casa, casarse (o no), y luego tal vez los han visto divorciarse, o separarse, o volver a vivir juntos tras un largo distanciamiento. Y estas cosas, que son muchísimas -buenas y malas, maravillosas y terribles- son las que han ocurrido en cualquier vida, y son las mismas cosas que vivieron Anna Karenina o Falstaff o Madame Bovary, aunque a sus dueños les parezcan cosas muy poco "importantes". Pero por poco que recuerden y por poco que rebusquen en su memoria, todos encontrarán amor, esperanzas, dolor, sueños que se truncaron, cosas que se quisieron hacer y no se hicieron, o al revés, cosas que nunca imaginaban que iban a hacer y luego sí pudieron hacerlas. Una de esas mujeres me contó, por ejemplo, que acababa de llegar de un viaje a Irán (creo que organizado a medias por el IMSERSO). Le dije que yo nunca había ido a Irán -ni tenía expectativas de ir en el futuro-, así que su experiencia era diez veces más rica que la mía. Pero aun así, aquella mujer seguía convencida de que su vida era poco interesante. Y que en el fondo, no tenía nada que contar.

Es curioso que la generación de los "millennials", por ejemplo, que en realidad ha vivido muy poco y tiene muy pocas cosas que contar, crea que su vida está repleta de hechos portentosos que deben ser conocidos por todo el mundo y que por eso mismo deben llenar cada día su cuenta de Instagram. Y en cambio, la generación de mujeres de mediana edad que sí ha vivido multitud de cosas interesantes y dignas de ser contadas, piense en cambio que su vida es muy poco interesante y que no ha habido nada en ella digno de ser recordado. Si hubiera una unidad de medida que pudiera calcular la experiencia vital de una persona -el "bio-byte", por ejemplo-, estas mujeres tendrían una memoria acumulada de varios Megas (o Gigas) de bio-bytes. Y sería bueno que alguien se lo hiciera ver y les recordara que han vivido mucho más que el 90% de los artistas de cine y escritores e intelectuales que van por ahí creyéndose que lo saben todo.

En realidad, que uno esté montado en un autobús y oiga que alguien dice a su lado una frase trivial -"Hoy me ha llamado Pepe", por ejemplo- es un suceso que ha exigido miles de combinaciones azarosas. Pero para que esa frase haya sido posible, antes han tenido que intervenir miles de millones de resultados combinatorios, miles de casualidades inconcebibles, miles de complejos entrecruzamientos del destino, quizá incluso los mismos que hacen posible la erupción de un agujero negro en una galaxia o cualquier otro suceso que nos parezca inimaginable. La vida es así de compleja -y de extraña-, y una frase casual en un autobús es en el fondo tan portentosa como el hecho más inexplicable de todos los que ocurren en el mundo. Pero nosotros, que vamos en el autobús, y oímos la frase, seguimos pensando que nuestra vida es muy poco interesante, muy aburrida, muy poco digna de ser contada. Qué error. Qué error.

Compartir el artículo

stats