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Daniel Capó

Burbujas

Se diría que las burbujas las ceba el diablo, pero en realidad quien las ceba es la codicia. La facilidad para endeudarse hace el resto, impulsada por la escasez endémica de oportunidades. El "turbocapitalismo" -en la acertada expresión de Edward Luttwak- corroe el tejido social en la misma medida en que derruye muchas de las seguridades propias del Estado del bienestar y socava la tradicional solidaridad en las familias. Con los tipos de interés en negativo, la rentabilidad huye de los bonos para adentrarse en inversiones con mayores niveles de volatilidad: de la renta variable al capital riesgo, de los lingotes de oro -una moda creciente en Alemania- a los bienes inmobiliarios.

Allí donde se acumula el dinero, los precios giran al alza, incluso de forma violenta. Es el caso concreto de la vivienda en lo que se denominan "ciudades de éxito". De hecho, la nueva economía divide en dos las sociedades, en función del trabajo estable o inestable. Pero mucho más profunda es aún la cesura -quizás la más crucial de nuestro tiempo- entre los propietarios de activos -negocios, viviendas, solares, acciones- y los que no tienen acceso a la propiedad de estos bienes. Los flujos de capital nos ofrecen pistas interesantes sobre cómo se construye y se destruye la riqueza. Son procesos acelerados y en parte especulativos. La bolsa americana se encuentra en máximos -a pesar de los recortes de las últimas semanas-, el capital riesgo adquiere a precio de saldo grandes activos en infraestructuras, las sociedades de inversión compran bloques de pisos en las zonas premium de las ciudades. El peso de la burbuja recae sobre muchos ciudadanos que no pueden disfrutar de la propiedad ni del alquiler. Tal vez la mayor causa de empobrecimiento de la clase trabajadora consiste en el encarecimiento brutal de las ciudades: la vivienda, que constituía tradicionalmente el plan de pensiones de una mayoría de españoles.

Madrid, Barcelona, Palma o Málaga son ciudades de éxito que ven cómo se hace más difícil año tras año el acceso a una propiedad inmobiliaria. Desde 2014 el ritmo anual de crecimiento de las compraventas en Baleares se ha intensificado un 22 %, frente a un 21 % en Barcelona o a un 16 % en Madrid. Más operaciones -en gran medida impulsadas por capital exterior- que llevan aparejadas fuerzas inflacionarias sobre el precio de los activos e incrementos en el precio del alquiler. En una especie de círculo que se retroalimenta, las inversiones internacionales propician la llegada de más capital y, en suma, de más población, lo cual presiona de nuevo los precios hacia arriba. No se sale fácilmente de esta dinámica. Ni siquiera está claro que el turbocapitalismo funcione de un modo distinto al latido sincopado que marcan las burbujas.

Los países se enriquecen con las burbujas. Los países también se empobrecen con las burbujas. Y no hay contradicción en esta aparente antinomia. La geografía del éxito nos muestra el rostro de una sociedad más multicultural, abierta y próspera en muchos sentidos; pero también más fracturada y excluyente. La amenaza del populismo se cierne sobre ella, precisamente por esta ruptura social que expulsa a la periferia a buena parte de la ciudadanía. Una de las paradojas de nuestra época radica en que la burbuja ahuyenta el talento profesional y académico de los jóvenes. Con la vivienda por las nubes, nuestras ciudades se convierten en escenarios turísticos, en parques de atracciones de la posmodernidad. Y el talento, lógicamente, se desplaza en busca de mejores oportunidades.

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