Diario de Mallorca

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Jose Jaume

Desde el siglo xx

José Jaume

Pancatalanismo humillante

Primero fue la "pistola humeante sobre la mesa", deleznable manera, por falsa, de referirse a la situación en Cataluña, donde pistolas humeantes no las hay ni se las espera y desea, loados sean los dioses. Pablo Casado ofreció la ridícula disculpa de que la suya era una afirmación retórica. El líder, por ahora, del PP posee un vocabulario retorcido, en el que la descalificación permanente constituye el hilo conductor de su casi siempre inexistente guión. Sobre lo que acontece, según dice, en Mallorca, a cuenta de la supuestamente imparable expansión del nacionalismo de matriz catalana, declara que el "pancatalanismo humillante" se está enseñoreando de la política mallorquina, coloniza la sociedad y causa estragos varios. Demos por fácil y hacedero que ese supuesto pancatalanismo humillante, que electoralmente está por avizorar, vaya penetrando insidiosamente en el cuerpo social de la isla. Siendo así, conviene establecer qué diantres es lo que Casado considera uno más que añadir a los cuatro jinetes del Apocalipsis. A los cuatro jinetes conocidos: la peste, el hambre, la guerra y la muerte, que el evangelista Juan enunció en el alba de la era denominada cristiana, hay que añadir, 20 siglos después, la incorporación del quinto jinete hallado por Pablo Casado: el pancatalanismo humillante, que, dicho así, parece tan mortífero como cualquiera de sus cuatro colegas.

El acelerado tránsito del presidente del PP hacia el populismo de la derecha irredenta, que, en Europa, entre otros, predica el ministro del Interior de Italia, Matteo Salvini, o el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, protofascistas descarados, y hay que enfatizar que con notable éxito electoral, le lleva a desbarrar más de la cuenta, sobrepasar lo estrictamente imprescindible. Casado compite con su siamés de Ciudadanos, Albert Rivera, al que en el PP se detesta porque es cuña de su mismísima madera; hasta ha decidido echarle un pulso al compañero de Vox, Santiago Abascal, ese sí acampado sin remilgos en la extrema derecha, celebrado como uno de los suyos por la negra marea que progresivamente llena de chapapote ideológico buena parte del Continente.

Los insultos a Cataluña son proferidos por la derecha del PP fuera de Cataluña. En el Principado no se atreven a lo que les pone de verdad. Allí distinguen entre buenos y malos catalanes. Los primeros son, por inmutable derecho divino, los constitucionalistas; los segundos, sin remisión, los independentistas, que, quede constancia, llevan desbarrando demasiado tiempo y con parecido sonoro berreo al que ensaya Casado. Existe el pequeño problema de que les votan dos millones de ciudadanos. Una bagatela. En otros territorios, susceptibles de ser colonizados por el insaciable pancatalanismo militante, agresivo y mendaz, ya no se hace tal distinción; entonces, todo lo catalán llega contaminado, necesariamente ha de ser puesto en severa cuarentena.

En esas estamos en Mallorca: PP y Ciudadanos son los cruzados que prestamente quieren recatarla del asedio del pancatalanismo humillante. Ese que electoralmente fracasa una y otra vez cuando se abren las urnas. Para obviar esa pequeña disfunción, Casado y Rivera, en la isla, Company (qué futuro tan comprometido el suyo) y Pericay, incluyen en el pandemónium catalanista al Partido Socialista Obrero Español, conocido por PSOE. Sus líderes, traidores a la causa nacional, también son pancatalanistas.

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