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Norberto Alcover

En aquel tiempo

Norberto Alcover

Líneas rojas

E duardo Mendoza, en una sugestiva entrevista aparecida el 5 del presente en El País, afirma que "las personas que se comportan muy mal, y el mundo las jalea", para poco después añadir lo siguiente: "Antes la gente se rasgaba las vestiduras, ahora llaman listillo al que chulea?". Es la primera referencia.

La segunda es la siguiente: Mohamed VI, rey de Marruecos, se compra un reloj con 1.075 diamantes. Pertenece a la codiciada colección Nautilus de la suiza Patek Philippe. Parece que la citada joya puede costar 1.200.000 dólares. El personaje afirma que, sin perder los valores de la tradición nacional, intenta alcanzar para su país un status democrático. Cosas del monarca.

En tercer lugar les ofrezco esta maravilla: el fuego en el Museo Nacional de Río de Janeiro, se ha llevado por delante el 90% de las piezas y 200 años de existencia. Desde hace meses, estaba destinada una alta cantidad económica para tareas de rehabilitación, pero nunca llegó a la administración del museo. La memoria brasileña está desaparecida. Paciencia.

Nadie sabe qué hacer con Bannon, uno de los más relevantes exasesores del presidente Trump. Parece que tras su huída de EE UU, hartos ya hasta los republicanos, ahora busca empleo relevante entre la ultraderecha europea y tal vez mundial. Una delicia.

Sigo en TV2 unos reportajes sobre Stalin, y quedo perplejo. ¿Cómo pudo la izquierda europea jalear a semejante asesino, mientras el fascismo se extendía por Europa? Exterminó a intelectuales, burguesía media, disidentes, campesinado, adversarios del partido, mientras Churchill y Roosevelt le sonreían: y Stalin también les sonreía bajo su bigote. Y no existía la televisión ni redes sociales.

Llegamos a la sexta noticia educativa y ejemplar. Un redactor anónimo de la Casa Blanca, que parece grupal, difunde un tremendo artículo sobre la mediocridad y peligrosidad del presidente Trump, en el mismísimo New York Times. De una parte, los medios callan en general como si el anonimato no fuera con ellos, y por otra avanza la convicción de que estamos en manos de un maníaco polar. Gritan, dice él, luego cabalgamos.

Los hiperconservadores católicos intentan desestabilizar al papa Francisco de forma calumniosa. Unos gritan enfervorizados. Algunos salen a la palestra en su defensa (la del papa), pero la mayoría calla por prudencia, dicen, y para no aumentar los rumores. Mientras, seguro que el eficaz Parolin actúa en silencio. Hay que ver.

Ya lo decía el amigo Mendoza, que las personas malas consiguen ser jaleadas, y así el mal se extiende. Antes nos escandalizábamos y discutíamos de tan grave situación, pero ahora mismo nada de nada, no vaya a ser que te acusen de atentado contra la libertad de expresión u outsider de las redes y cosas semejantes. Y es que el mal es más sencillo que el bien, se entrega a los pseudovalores entronizados por el dinero, la vanagloria y la soberbia humanas, virtudes que han dejado de estar de moda. Gana el más duro, con menos escrúpulos, y los demás tenemos miedo a enfrentarnos con él? porque nos puede meter en un lío. Las fake news, así de seguido, se han convertido en dueñas y señoras de los medios, y resistirles se hace muy difícil. Recuerdo que la mentira mediática no solo está en el fondo sino, cada vez más, en la forma de comunicar el fondo. Por ejemplo, en titulares. Por ejemplo, en una de esas minientrevistas callejeras tan típicas de repugnantes espacios televisivos. De redes, nada digamos.

¿Quiénes contienen tanta degradación? Gente como Mendoza. Gente que dice lo que piensa con honradez. Gente que, a una edad, carece de miedo, o si lo tiene, se lo aguanta. Ellos y ellas trazan esas líneas rojas que significa que más allá no, en absoluto, porque lo humano se desprecia y el buen Dios está harto. ¿Qué consiguen? En muchos casos, el menosprecio social. En otros no menos agresivos, cualquier reacción calumniosa. Puede que el silencio mediático. Pero esta gente maravillosa inspiraba a muchos hombres públicos, anima a los trabajadores de la "industria ética", sostiene a periodistas honrados, defiende, si necesario fuere, a eclesiásticos golpeados, y siempre está ahí, como animales de escamas poderosas que todo lo soportan y todo lo asumen en beneficio del bien común y de su propia conciencia. Ellos y ellas nos permiten soportar a Stalin, a Bannon, a Mohamed VI, a Trump, a los museos arrasados, y en fin, al mal que avanza como si nadie lo contuviera.

Una sociedad como la nuestra debería cuidarlos como oro en paño. No sea que, de tantísimo miedo, los malos se conviertan en los listillos del futuro, y nos lo organicen como desean. Sin conciencia. Sin rubor. Sin muro. Sin líneas rojas.

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