Esta situación, que seguro han reconocido, la viven y sienten cada día dos niños de cada una de nuestras aulas de infantil y primaria de Balears en sus propias lenguas, ya sea esta el mallorquín o el castellano. Presentan trastorno específico del lenguaje y, a pesar, de que es una dificultad muy frecuente, pasa desapercibida porque es oculta, no visible, y se manifiesta con síntomas muy sutiles y difíciles de detectar: pérdidas de atención, hiperactividad, retrasos académicos, problemas de habilidades sociales, timidez, y muy pocas veces, paradójicamente, con dificultades del lenguaje. Porque cuando hablamos de trastorno del lenguaje el problema es que la gente espera que sea un niño que no habla y la realidad, y el problema, es que los niños con trastorno específico hablan aunque su lenguaje no es suficiente para sustentar todas las exigencias que este mundo lingüístico les va a pedir: en la escuela aprender competencias como leer y escribir basadas en el lenguaje, o aprender contenidos nuevos que se transmiten y se deben explicar también con lenguaje, más adelante a relacionarse con los compañeros, entender los dobles sentidos, aprender las situaciones sociales, realizar entrevistas de trabajo, y un sinfín de actividades y situaciones que están mediatizadas por el lenguaje.
¿Qué futuro les esperan a estos niños que no comprenden en una escuela que no les entiende tampoco a ellos? Muy frecuentemente pasarán por niños tímidos a los que les falta madurar (¿será que los confunden son manzanas?), por lo que al fallar en el aprendizaje de la lectura se les hará repetir curso, normalmente primero o segundo de primaria (¡si no es que ya han repetido el último curso de infantil!) con lo que se añadirá el problema de adaptación a sus nuevos compañeros y de relación social, pero sin mejora en sus habilidades de lenguaje oral y escrito, y con el tiempo se les abocará al fracaso escolar y, finalmente, a trabajos poco especializados y que implican tareas manuales, a pesar de que pueden ser niños muy inteligentes, pero que sin ayuda se convierten en extranjeros en su propia lengua.
Así que cada vez que vean a un niño tímido o a un niño agresivo o a un niño que se mueve mucho cuando le hablamos o que habla poco piensen que quizás es un niño que tiene dificultades del lenguaje y que necesita ayuda para entender y para expresarse.
* Profesora titular de la UIB del departamento de Pedagogía Aplicada y Psicología de la Educación