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Antonio Papell

Un mes del cambio

El día 2 de junio ganó Pedro Sánchez la moción de censura y el 5 tomaban posesión sus ministros. Se ha cumplido, pues, poco más de un mes del cambio y ya procede hacer balances. Los proverbiales cien días de gracia que se otorgaban a los gobiernos entrantes son cosa del pasado, entre otras razones porque los tiempos políticos se han incorporado al vértigo acelerado de la globalización. Ya no hay tiempo para improvisaciones, y cada cual es dueño de sus dudas, por las que en política se paga un alto precio.

El elemento subjetivo de más valor que emana del cambio producido es su reflejo en el ánimo de los ciudadanos. Como ya conoce el lector, la encuesta del CIS cuyo trabajo de campo se realizó entre el 1 y el 10 de junio, al hilo de la mudanza, reflejaba que el 22,5% de los encuestados pensaban en junio que el futuro político irá a mejor frente al 12,7% de mayo. Los que creían que la situación seguirá igual, bajaban del 43,5 al 30,3 y los que pensaban que irá a peor, caían del 28,2 al 23,1%. Esta sensación de optimismo se debe a la conclusión de una etapa agónica, en que Rajoy, que había conseguido in extremis ser investido (a costa de la fractura interna del PSOE) tras las elecciones de 2016, no era sin embargo capaz de gobernar, lo que nos condenaba a una etapa de inquietante pasividad en que los partidos constitucionalistas no tenían sin embargo más remedio que respaldar al Gobierno en su confrontación con el independentismo, aun a pesar de que era manifiesto que no se hacía nada por evitar el gran estallido. El cambio, reflejado en la recuperación de diálogo político entre La Moncloa y la Generalitat, habrá agradado a unos y desagradado a otros pero ha supuesto un desbloqueo vivificador de la política, la reapertura de oportunidades de mejora, la puesta en marcha de debates que permanecían voluntariamente vedados por la incapacidad del PP de ejercer el liderazgo en la reforma, la regeneración de lo público y el cambio social.

Dicho esto, es notorio que el primer objetivo de Pedro Sánchez tras ganar la moción de censura ha sido la estabilización de la situación y del país para evitar vaivenes que hubieran podido poner en riesgo el proceso económico y la confianza de los actores sociales. La aprobación de los presupuestos 2018, que ya llegaban con un escandaloso retraso, era un gesto de sentido común que permitirá afrontar las reformas futuras y aun los presupuestos de 2019— con la debida tranquilidad. Además, la política de nombramientos ha desmantelado cuantos recelos hubieran podido surgir. Josep Borrell, que representa lo mejor de la historia del PSOE y que fue un ariete contra la corrupción —todavía se recuerda que, al ser nombrado ministro de Obras Públicas, convocó a los presidentes de las grandes compañías constructoras para advertirles que sería implacable con la corrupción sistémica que se había venido practicando—, constituye además una referencia inequívoca en el conflicto catalán: catalán ejerciente él mismo, portador de uno de los apellidos con más resonancias del viejo principado, simboliza la conciliación entre la catalanidad y el constitucionalismo y ha desmontado de forma explícita todas las fabulaciones y mentiras del soberanismo, tanto en lo referente a la historia falseada cuanto a las inexistentes ventajas que proporcionaría a los catalanes la secesión. Por otra parte, el nombramiento de Nadia Calviño elimina cualquier resquemor que la UE pudiera sentir con la alternancia: la hasta ahora directora general de presupuestos de la Comisión será la fiel guardiana de la ortodoxia, coherente con el europeísmo de que hace gala el nuevo Ejecutivo.

La minoría parlamentaria del PSOE no ha sido obstáculo para que se hayan marcado ya los vectores de avance: recuperación de la sanidad universal, reformas de la LOMCE y de la normativa laboral para recuperar derechos, aplicación intensa de la ley de Memoria Histórica, esfuerzo claro por la neutralización de RTVE —tras las vacilaciones, todo apunta a que el objetivo está cerca—, diálogo con Cataluña, reforma progresiva de la financiación autonómica€ El país está en marcha, y la sociedad lo acusa con sensaciones ilusionadas.

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